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No es el Casanova priápico, enloquecido, de Fellini, ni el de poca monta de Albert Serra. Teniendo la cara de Vincent Lindon, podríamos esperar a un seductor vestido de sexo, la virilidad sublimada de un hombre que, exiliado en Londres a finales del siglo XVIII, tiene el buen gusto de escandalizarse cuando ve a un ciudadano defecando en un parque mientras piensa en todas las mujeres que se puede llevar a la cama en una ciudad que no conoce. Pero Benoît Jacquot está interesado en la crisis de la masculinidad, y por eso prefiere que Lindon, con cara de circunstancias, se pasee por la pantalla encontrando precisamente la horma de su zapato, la mujer que le hará pagar con la misma moneda tantos corazones rotos. En realidad Jacquot parece querer rehacer 'Ese oscuro objeto del deseo' en clave de película de época, convirtiendo el cuerpo de la cortesana Marianne de Charpillon (una Stacy Martin gélida como una rubia de Hitchcock) en una caja fuerte que esconde una fórmula alquímica, aquella que nos dice cómo separar el amor del deseo. Es una pena que el director de 'El adios a la reina' se enfrente a esta desmitificación del personaje de Casanova con tanta frialdad. He aquí una película azul, que parece transcurrir dentro de un glaciar y que llega al espectador con una inexpresiva indiferencia.