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"Los chistes me han salvado la vida". Esto es lo que afirma rotundamente el protagonista de 'Bye bye Germany', David Bermann (encarnado por Moritz Bleibtreu), y lo cierto es que no le faltan razones. Presuntamente, sobrevivió a los campos de concentración ganándose el favor de los oficiales nazis haciendo bromas autoflageladoras sobre los judíos. Después fue reclutado para entrenar el aburrido sentido del humor del Führer –una versión políticamente incorrecta de 'El discurso del rey' que nunca se materializa en pantalla–. Y una vez terminada la guerra, Bermann decide que la mejor manera de ganarse la vida es engañando a los alemanes para que compren sábanas a precio de oro. La tesis de 'Bye bye Germany' es, en cierto modo, provocadora: explicar la devastada Alemania de posguerra a través del humor (judío) y la picaresca. Pero la audacia de los personajes parece crear remordimientos al director, que hace imposible para compensar la burla con unos elementos dramáticos que ablandan y hacen previsible el relato.