Si no te la tomas como la película del Tricentenario, si logras mitigar la panderetada austracista que va sonando de telón de fondo y te quitas de la cabeza a Silvia Bel diciendo que la historia nos convoca, le encuentras grandes virtudes. 'Born' es un pesebre viviente de la Barcelona del 1700. A ratos resulta algo inmóvil, como si pretendiera hacer albertserrismo de barraca, y transformar los personajes de 'Història de la meva mort' en recortables de los que vemos por Navidad en la plaza Sant Jaume. La mujer que lava, la vieja que hila y el bravo cazador. Pero tiene momentos de una belleza incontestable, una visión sucia e imperfecta de los ambientes del Born a principios del siglo XVIII, entre prostitutas, fervor de cantina y mercaderes con flota de ultramar. Y, gracias a Dios, evita la panfletada gratuita y el sentimentalismo nacionalista.
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