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Probemos por un instante de imaginar 'Blood father' protagonizada por alguien que no fuera Mel Gibson. Imposible: sería una película completamente diferente. Con esto no queremos decir necesariamente que su interpretación sea extraordinaria, sino que su persona le sienta como un guante a la película. Y es que 'Blood father' trabaja a conciencia el aura de la estrella en declive, que transmite su condición actual de paria hollywoodiense a un antihéroe que, después de una vida canallesca, quiere redimirse a ojos de su hija, ayudándola a deshacerse de los criminales que han puesto precio a su cabeza. El director Jean-François Richet no deja caer la pelota en ningún momento, y lleva adelante una serie B que es a la vez un 'thriller' polvoriento y una curiosa 'buddy movie' paternofilial, enriquecida por la presencia de dos grandes secundarios: Michael Parks y William H. Macy.