[title]
Sólo el tiempo nos podrá decir hasta qué punto el éxito de 'Blade runner 2049' estará hecho de pura expectativa. Han pasado 35 años desde que Ridley Scott estrenaba la original, y desde entonces, en algún punto del espacio sideral, se ha ido construyendo una elipsis borrascosa en la que la historia ha seguido su curso. Y ahora, aquel futuro imaginado en el que el mundo se consumía bajo una nube de polución ha evolucionado hacia un futuro todavía más lejano, más denso. Rick Deckard ha sobrevivido al apocalipsis, y las ganas de reencontrarlo resistiendo en el naufragio parecen motivo suficiente para convencer a cualquier mitómano que esta es una buena película.
Denis Villeneuve crea un segundo destino para el relato de Philip K. Dick, en una distopia todavía más oscura, donde parece que los relojes se hayan parado en una noche eterna de tormenta. Bajo este cielo gris, 'Blade runner 2049' vuelve a ser un 'neonoir' futurista, peligroso, que triunfa a la hora de crear ambiente –la pelea en el casino abandonado, con las ruletas que giran solas y el holograma de Elvis, es uno de los mejores momentos–. Villeneuve nos sitúa en una atmósfera en suspensión amniótica, quizás similar a la cámara ingrávida donde vivían los extraterrestres de 'La llamada'. Aún así, la historia del replicante en busca de una identidad, el tema de fondo, se expresa con una trascendencia forzada que por desgracia no es ni tan brillante ni tan innovadora.
En tres décadas han pasado muchas cosas. En algún punto incierto del pasado, la sociedad sufrió un gran apagón que trajo la desmemoria. Todos los archivos se borraron. Y ahora nos encontramos una nueva generación que, en el olvido, está dispuesta a escribir su nuevo testamento. 'Blade runner 2049' no esconde que se muere de ganas de confeccionar una nueva mitología que llegue al público y toque la fibra. Veremos un ángel blanco y otro negro luchando bajo el agua. Veremos la sangre de un hijo pródigo derramada en un acto mesiánico, y veremos el nacimiento de un salvador. Veremos a la primera mujer y el jardín del Edén. Todos estos elementos están muy articulados, pero las cuotas de emoción que genere dependerán de la fe de cada espectador.