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Por más que me esfuerzo, no logro encontrar ni media razón por la que fuera necesario un 'remake' de 'Ben-Hur', el peplum más famoso del mundo, y una de las cintas más oscarizadas de la historia. La versión de Timur Bekmambetov no es ni siquiera el cuento de siempre maquillado con mucha cosmética digital para encontrar un lugar entre las nuevas generaciones, sino una insulsa revisión que fracasa en su intento de jugar con las expectativas de los que ya nos sabemos el clásico de memoria, al tiempo que se toma un exceso de licencias para desvirtuar las partes más conocidas del original. Esta vez, la cuadriga de Messala está desprovista de ruedas dentadas, y en cambio ahora sí tenemos permiso para mirar a Cristo a los ojos, incluso en el instante exacto en que muere y agacha la cabeza después de que un soldado romano le haya clavado la lanza entre las costillas. Pero lo peor es el final, completamente diferente del que rodó William Wyler en el 59, una especie de estampa eucarística recortada de una Biblia ilustrada para niños que produce vergüenza ajena. En serio, ¿por qué?