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Todo empieza con el robo de un Stradivarius valorado en quince millones de euros en el Kursaal de Donosti. Una 'Operación Concha' a la francesa, vaya. La secuencia parece concebida a modo de un 'Misión: imposible' de medio pelo. Es el preludio para reunir a un ladrón de guante blanco venido a menos (Jean Reno, quién lo ha visto y quién lo ve) y a las dos hijas de madres diferentes que abandonó cuando no sabían ni decir 'papá'. Se supone que el objetivo es extraer petróleo cómico de la relación entre las hermanastras, que son como la noche y el día (una estafadora sexi, la otra 'nerd' de la informática), en una especie de mezcla bastarda de 'buddy movie' y película de atracos. Desafortunadamente, el plan estratégico que reúne a esta familia disfuncional en los Alpes suizos nunca parece poner en peligro a sus miembros, y está más cerca de la pena que de la gracia.