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Cae un sol de color de miel y manzana cocida, en una Budapest que anticipa el fin del Imperio austrohúngaro. Estamos en el año 1913. Una chica misteriosa acaba de llegar en tren de Trieste, buscando el pasado de su familia, intentando localizar a un hermano desaparecido y el legado de unos padres que murieron carbonizados en un incendio. László Nemes, el director de 'El hijo de Saúl', aquel descenso a los infiernos del Holocausto sobre un hombre que corría entre jadeos de un lado al otro de Auschwitz con el cadáver de un niño en brazos, filma ahora otro pedazo de historia. El lenguaje es similar: todo sucede en un plano opresivo, cerrado sobre la nuca de un personaje que se desliza entre el caos humano y nos guía, como un farol en la oscuridad, por un espacio multitudinario, donde hay antorchas y disparos, donde los caminos se confunden, donde la muerte más violenta espera a escondidas.