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Al igual que ocurría en 'Un hombre soltero', 'Animales nocturnos' parece el acto de expiación de un diseñador de moda que se avergüenza de serlo y a quien tiene que demostrar que está lejos de la cínica superficialidad que se le supone. En el juego metalingüístico que ofrece la película, la perturbadora violencia de un thriller de venganza ilumina el despertar existencial de una artista conceptual que no soporta el vacío emocional de su entorno. Si dos y dos son cuatro, la protagonista es el espejo en que se refleja un Tom Ford incapaz de hacer las faltas de ortografía que sacarían hierro en tan pomposa empresa; que probarían, en fin, que es algo más que un cineasta que no se quiere manchar de sangre la camisa blanca. Debería aprender de Michael Shannon, el único que parece dispuesto a hacerse un siete en este lamento más educado que visceral.