Museo Guggenheim
Photograph: BearFotos / Shutterstock.com
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11 curiosidades del Museo Guggenheim de Bilbao

Anéctodas, historias y detalles únicos sobre un museo apasionante que trasciende el arte para convertirse en el símbolo de la ciudad y de su evolución

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Si decimos Bilbao rápidamente nos vendrá a la cabeza el Guggeheim. Pintura, escultura, arquitectura… piezas de todo tipo se exponen en un edificio que en sí mismo ya es una obra maestra. Sin duda se trata de uno de los museos más apasionantes que existen en el mundo. Pero el Guggenheim es mucho más que eso. Es el símbolo del cambio de la ciudad, el comienzo de la metamorfosis que ha vivido Bilbao para convertirse en un lugar amable y abierto. Y para llegar a lo que es hoy en día existen miles de historias y anécdotas curiosas detrás. Aquí os contamos las más interesantes.

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1. Un vuelo en helicóptero y una firma a ciegas

A principios de los años 90 el pasado industrial de Bilbao estaba aún muy presente y su imagen distaba mucho de la ciudad atractiva y acogedora que es hoy en día. El Guggenheim fue la primera piedra de esa transformación, y para que el director de su fundación no viera el emplazamiento elegido para el museo, que entonces eran las ruinas de un antiguo muelle portuario, lo llevaron directamente a Vitoria en helicóptero para que firmara allí los acuerdos.

2. La casualidad que lo cambió todo

La cubierta del edificio, compuesta por unas 35.000 láminas de titanio, no deja indiferente a nadie. En un principio el material que se iba a utilizar era el acero; sin embargo, un día nublado en el taller de Frank Gehry de Los Ángeles, su equipo contempló asombrado cómo gracias a aquella luz gris el titanio cambiaba de color adquiriendo un tono dorado. Entonces lo tuvieron claro, ese debía a ser el material elegido.

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3. Rectificar es de sabios

Los bilbaínos eran un poco escépticos con el proyecto. A muchos les costaba entender qué sentido tenía una obra de esa magnitud en una ciudad tan pequeña y llamaban al edificio “lata de sardinas”. El famoso escultor vasco Jorge de Oteiza lo apodó como “fábrica de quesos” y se negó a que expusieran sus obras. Con el tiempo, tanto el artista, cuyas piezas se exponen en él, como los ciudadanos cambiaron de opinión y hoy es motivo de orgullo para todos los vascos.

4. El arte viaja por tierra y mar

Las obras de arte suelen ser piezas frágiles y valiosas que hay que transportar y montar con mucho cuidado. Las hay que debido a su tamaño llegan al museo en barco aprovechando que este se encuentra junto a la ría. Otras son traídas en camiones especiales, normalmente por la noche para no alterar el tráfico de la ciudad. Muchas veces es incluso necesario desmontar varios semáforos de los aledaños para que el proceso sea más sencillo.

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5. Una referencia en arte y turismo

Desde su inauguración hace ya más de veinte años el número de visitantes no ha parado de crecer. Cada año son más de un millón los curiosos y apasionados del arte que se acercan al museo para disfrutar de las mejores exposiciones y de un edificio que en sí mismo ya es una obra de arte. Es tal su éxito que se ha convertido, por detrás del Reina Sofía de Madrid, en el segundo museo dedicado al arte contemporáneo más visitado del país.

6. Un cachorro de 12 metros de altura

Custodiando el museo se sitúa el querido perro Puppy, un terrier vestido con flores de todos los colores. Este peculiar traje se cambia dos veces al año, en primavera y otoño, mediante un proceso suele tardar alrededor de 10 días. Y es que son más de 40.000 las flores que cubren al simpático cachorrito. Es tal el cariño que los bilbaínos le tienen que se suele decir que en realidad el Guggenheim se construyó para que fuera la caseta donde dormiría Puppy cada noche.

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7. Una araña en honor a una madre

La artista Louise Bourgeois creó esta gigantesca escultura y le puso de nombre Mamá. Para ella las arañas eran seres duales. Su presencia era inquietante pero también protectora al alimentarse de los mosquitos que resultan amenazantes. En ese aspecto le recordaban a su madre, que además trabajó muchos años tejiendo tapices cual araña. Sea como fuere, su tamaño hace que los paseantes que se acercan a ella parezcan mosquitos a su lado.

8. Convirtiendo el arte en una experiencia personal

Richard Serra empleó más de una década en terminar la que probablemente sea la obra más famosa que se expone permanentemente en el museo. 'La Materia del Tiempo' está compuesta por ocho esculturas de acero en las que se puede caminar y perderse logrando una sensación de movimiento constante. Una obra tan sencilla y como compleja que pesa 5 toneladas y que necesita que una columna especial que no forma parte del edificio asegure que el suelo es capaz de aguantar el peso.

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9. Una exposición que funcionó sobre ruedas

La frontera del arte suele ser una línea delgada. Lo que para unos es arte, para otros puede no serlo. El Guggenheim no ha estado exento de este tipo de polémicas, de hecho la que hasta la fecha ha sido su exposición más visitada fue 'El arte de la motocicleta'. Un recorrido a lo largo de un siglo de producción y evolución sobre dos ruedas, analizando aspectos técnicos pero también sociales. Sea arte o no, decenas de miles de personas hicieron cola para verla.

10. Poniendo Bilbao en el mapa

Si Bilbao ya era famosa por muchos motivos, gracias al Guggenheim ahora lo es más. Numerosa celebridades de todo tipo de sectores relacionados o no con el arte no han querido dejar pasar la oportunidad de visitar el museo. Brad Pitt, Samuel L. Jackson, Salma Hayek, Woody Allen, Angelina Jolie… apareció en un capítulo de 'Los Simpsons' y hasta el propio James Bond tuvo que venir a visitarlo para salvarlo de los malos en la película 'El mundo nunca es suficiente'.

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11. Música y arte al anochecer

Un viernes al mes el Guggenheim celebra su fiesta Art After Dark convirtiendo su Atrio en una espectacular pista de baile donde los mejores DJs de música electrónica del mundo hacen que el ritmo no pare. Esta experiencia se ha convertido en un referente de la noche de la ciudad y un plan imprescindible para todos los que quieran pasarlo bien y vivir el museo de una forma diferente. No todos los días se puede bailar rodeado de obras de arte.

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