La historia de la Confitería La Campana se remonta a 1885, cuando el maestro pastelero Antonio Hernández Merino dio forma a este negocio que, a día de hoy, ya va por la cuarta generación. El nombre le vino dado por el parque de bomberos que en el pasado se ubicó en este mismo rincón de la ciudad. El interior de la confitería, con yeserías policromadas en los techos y una decoración de diseño modernista que hace sentir que se viaja al pasado, es exquisita, como lo son los dulces que cada día se elaboran en sus obradores. Los merengues, las tortas de polvorón y las lenguas de almendra son algunos de sus productos más aclamados.
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