Un jardín vertical con más de 500 plantas protagoniza el local donde se ubica La Mamarracha, por eso además de con cocineros, camareros o jefe de sala, en el equipo del bar también cuentan con un jardinero. Así que, tras conseguir dejar de quedarse embobado con el espectáculo visual que este elemento supone, se podrá echar un ojo a la carta y decidirse. Aquí –casi- todo se pasa por las brasas, dándole un punto de sabor a cada uno de sus platos que lo hace muy característico. El bao de panceta, la morcilla de Burgos pasada por el Josper con manzana especiada o el matambrito ibérico a la pizza son solo algunas de sus propuestas.
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