Cala Bassa, una de las mejores playas de Ibiza
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Las 17 mejores playas de España

Del Mediterráneo al Atlántico: las playas más bonitas y especiales, rincones paradisíacos para disfrutar en vacaciones

Escrito por: Noelia Santos
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Rincones paradisíacos de aguas color turquesa del Mediterráneo (de las islas Baleares y la costa catalana) paisajes vírgenes, enclaves desérticos, los hay hasta rocosos, algunos escondidos y mágicos, otros famosos y siempre abarrotados... Tenemos la lista definitiva de mejores playas, ideales y fantásticas para todos los gustos: desde los que prefieren las aguas tranquilas para disfrutarlas con los más pequeños, a las aguas bravas perfectas para practicar surf. En esta selección seguro que encuentras la que más encaja para tu próxima escapada o un viaje de vacaciones de verano

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Las mejores playas de España

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Se trata de Calo des Moro, una playita en la costa sureste de Mallorca "que es, sin lugar a dudas, la joya de la corona de las Baleares y un sueño mediterráneo hecho realidad". Si por algo se conoce a esta cala es por el color turquesa de sus aguas, de un azul tan profundo como sobrecogedor. Una playa tranquila y de difícil acceso (solo se puede llegar por un sendero empinado o por barco) que la convierten en una de las más apetecibles del verano a este lado de la isla de Mallorca (a veces demasiado, la masificación en temporada alta es total). Y una imprescindible entre las mejores playas de España, entre las que recientemente ha aparecido también una bahía del norte de la península (por delante de las de Hawái o Seychelles). Desde 2024 es, además, una de las 50 mejores playas del mundo.

2. Cala Bassa (Ibiza)

La playa en Ibiza es tan necesaria que hasta quienes solo van para salir de fiesta acaban en ella (antes o después). Y aunque la playa d'en Bossa es una de las más conocidas (por la cantidad de garitos y discotecas que la rodean), las mejores son las playas recónditas, las calitas perdidas y las de difícil acceso que salpican toda la isla. Cala Bassa estaría en el término medio, una playa de ensueño situada en el extremo oeste de la isla que combina tranquilidad con la comodidad de las hamacas, naturaleza con restaurantes de moda, aguas cristalinas con arena dorada. Y sí, las puestas de sol son infinitas.

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3. Playa de Los Muertos (Almería)

Puede sonar a tópico, pero es verdad que no hay que viajar hasta el Caribe para darse un chapuzón en aguas cristalinas y de fina arena blanca. Basta con bajar hasta el parque natural del Cabo de Gata-Níjar y plantar la sombrilla en la playa de Los Muertos, una de las calas más alabadas de Carboneras. Siempre bien posicionada en el listado de las mejores playas de España (y de Europa), a pesar del árido y rocoso descenso que hay que hacer hasta llegar a su orilla. Merecido premio para quienes huyen de las playas saturadas, los madrugones para plantar la sombrilla y las toallas superpuestas con las del vecino. Y también para los amantes del nudismo, permitido en el lado izquierdo de esta playa de carácter natural. No hay chiringuito ni nada que se le parezca, así que lo mejor será llevar una neverita bien cargada de hielo y bebida fría.

4. Playa de Bolonia (Cádiz)

Es una de las últimas playas vírgenes que queda en el país. Eso ya es suficiente reclamo para asomarse a este rincón de la costa gaditana. Pero es que hay más. Uno de sus protagonistas es el viento, que sopla habitualmente, pero lejos de ser molesto es el autor de la impresionante duna que se levanta al oeste. Superada la playa pero en el mismo y privilegiado enclave se encuentran las ruinas romanas de Baelo Claudia (visita gratuita) y los restos de lo que fue un teatro para 2.000 personas, sus calles y sus templos.

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5. Platja del Trabucador (Tarragona)

Parece el principio (o el fin) del mundo. Por la extensión de arena a recorrer –6,5 kilómetros–, por el entorno salvaje y poco domesticado (sin duchas, socorristas, ni chiringuitos), por la tranquilidad y la conexión con la naturaleza que se experimenta, y porque cuando sube la marea puedes caminar sobre las aguas. En el Trabucador, estaréis solamente el mar y vosotros y no necesitaréis nada más. La playa con forma de istmo es parte del parque del Delta del Ebro y conduce a la Punta de la Banya. Vale la pena ir para ver la puesta del sol, sobre todo si te gusta la fotografía, y podéis visitar las salinas de la Trinidad y avistar aves. Podéis llegar en coche por la autopista A-7, salida 41, y por la N-340.

6. Playa de Melide (Pontevedra)

El Archipiélago de Ons tiene cinco playas casi vírgenes, y la más grande ellas es la de Melide. Es nudista y desde ella tenéis unas impresionantes vistas a la ría de Pontevedra. Pero el precio para disfrutar de este paraíso de arena blanca y aguas tranquilas y cristalinas –¡y frías, que estamos en el Atlántico!– es un acceso un poco complicado: se puede llegar a ella en embarcación o caminando una media horita. En verano salen bastantes barcos desde Cangas y Sanxenxo, por ejemplo.

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7. Platja de la Devesa (Valencia)

Parece mentira que a pocos kilómetros de Valencia podamos encontrar este paraje natural de incalculable valor, con valiosísimas dunas de arena fina y una fauna desconocida en otras partes del litoral, como las ruidosas gaviotas autóctonas que nos acompañan en el baño. El estado de conservación casi perfecto del entorno se debe a que las playas forman parte del Parque Natural de la Albufera, al que protegen del mar. No obstante, en los años 70 estuvieron a punto de desaparecer por la especulación urbanística. Por suerte no pasó, y ahora estas playas son uno de los mejores patrimonios del área metropolitana de la ciudad. La Devesa está catalogada como playa nudista y cuenta con todo tipo de comodidades como seguridad o socorrismo en los meses de verano.

8. Islas Cíes (Vigo)

Los romanos las llamaban Insulare Deorum, es decir, las Islas de los Dioses. Y no se equivocaban. Todavía hoy, este archipiélago de la costa gallega, dentro del parque natural de las Islas Atlánticas, se mantiene salvaje como un rugido del mar. Cuenta con nueve playas de arena fina y blanca –entre ellas la de Rodas, que fue escogida por 'The Guardian' como la mejor playa del mundo– y un sinfín de calas que merece la pena descubrir. No os lo penséis mucho, porque una vez en las Cíes el único alojamiento es un camping. Es la mejor manera de preservar el entorno intacto. Lo malo es que en temporada alta se llena enseguida

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9. Illa Roja (Girona)

Un islote rojizo da el nombre a esta playa de Begur; una de las pocas nudistas de la zona y también de las más tranquilas, porque aquí no hay chiringuitos ni servicios de ninguna clase y también porque si no la conoces, es poco probable que llegues de casualidad. El lugar es fantástico: 150 metros de extensión, arena suficientemente gruesa como para no meterse por cada pliego del cuerpo, agua casi siempre cristalina y tranquila y rincones de sombra natural hacia el final, mirando el mar a la derecha. Las altísimas paredes de roca que rodean la playa, coronadas de pinos, recogen el lugar y te hacen sentir que sólo estáis tú y la naturaleza, aunque cada año se construyen más casas que destruyen el territorio de los alrededores. Llegar es sencillo: se puede ir a pie desde Begur por el camino de ronda o aparcar el coche (en zona azul) en la bajada que lleva a la playa del Racó, justo al lado.

10. Cala Mondragó (Mallorca)

La costa de Santanyí, en el sureste de Mallorca, es una de las menos saturadas y preciosas de la isla, gracias, sobre todo, al Parque Natural de Mondragó que desde 1992 ha preservado este espacio de dunas y vegetación mediterránea de la expoliación turística. Si deseáis disfrutarla aún más, llevad un ejemplar de 'Poemas de Mondragó', de Josep Maria Llompart, y quizás soñaréis con hacer el amor en S'Amarador... Hay dos aparcamientos cerca de la playa y por tanto, es de fácil acceso en coche.

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11. Ses Illetes (Formentera)

Formentera es una isla pequeña, plana, como un trocito de luna caído sobre el mar y golpeado por el viento. Ses Illetes es la playa más idílica entre sus playas idílicas: una lengua de arena blanca, de unos 450 m de longitud, que nos lleva hacia la isla de Espalmador, al norte de Formentera, donde los más atrevidos (¡no lo aconsejamos!) podrán llegar a nado los días de marea baja. Imagináos dos playas en una: olas y viento a un lado, mar en calma al otro. Disfrutaremos del silencio (o del sonido del viento y las olas) y, si queremos, del nudismo. En Formentera sólo se puede llegar en ferry (desde Ibiza o desde Denia), lo que hace que, aunque hay una gran afluencia de visitantes en temporada alta, el turismo no sea masificado. Una vez allí, llegar a Ses Illetes no tiene secreto. La mejor opción es la bici (se puede alquilar en el mismo puerto al llegar a la isla).

12. Macarella (Menorca)

Cerquita de un pinar y hundida entre las rocas, encontraréis esta playa idílica, que solo tiene un problema: es tan conocida que en los meses de verano no cabe un alfiler. Si encontráis mucha gente, lo mejor es que toméis el Camí de Cavalls y vayáis andando hasta la cala contigua, la Macarelleta, algo más recogida y, además, nudista. Bañaos en las aguas cristalinas de este rincón del Mediterráneo y alucinad. Aquí la vida se vive a otro ritmo.

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13. Playa Papagayo (Lanzarote)

Es una de las mejores playas de Lanzarote. Lo suficientemente alejada de la civilización (el pueblo más próximo es Playa Blanca) como para que no esté saturada –hay que llegar a ella en coche–, pero lo necesariamente próxima como para que la excursión no se convierta en una odisea por el paisaje desértico del sur de la isla. Su atractivo, más allá del azul turquesa de sus aguas en contraste con el dorado de la arena y el azabache de la silueta del Timanfaya a lo lejos, reside en el racimo de calas que componen los dos kilómetros de la playa del papagayo: deberéis elegir por el camino si tiráis hacia playa Mujeres, El Pozo, la Caleta del Congrio, el Puerto Muelas o la homónima del Papagayo. Ante la duda, comenzar por la playa que da nombre al conjunto –una de las poquitas con chiringuito para ver el atardecer a este lado de la isla–, siempre es buena idea.

14. Playa de Covachos (Santander)

Cuando hay bajamar, la playa se conecta con el islote que le da nombre y que la hace tan especial, además de por su entorno de roca caliza, su arena fina y sus aguas limpias. Se trata de una playa pequeña –de unos 50 metros de largo–, aislada por lo que es habitual que se practique el nudismo, y está cerca de Santander. Se llega en coche fácilmente pero para descender hasta la playa hay que bajar unas escaleras, por lo que no es apta para personas con movilidad reducida. Tampoco esperéis encontrar chiringuito o alquiler de tumbonas, esta playa es una joyita, pero ventosa, así que id con precaución al bañaros porque es habitual que haya oleaje.

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15. Playa de Peñarronda (Asturias)

Limítrofe entre dos concejos asturianos pero a la vez frontera entre Galicia y Asturias, es un arenal muy concurrido los fines de semana estivales por su fácil acceso y sus servicios (parking a pie de playa, restaurantito, merendero, escuela de surf…) pero fuera de temporada la paz y las vistas (enclavada entre dos acantilados, protegida por dunas y apuntalada por la Pedra Castello, formación rocosa accesible durante la bajamar) corroboran su nombramiento como Monumento Natural desde hace más de tres lustros.

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