El artista plástico Sergio Roggerone habita una casa magnífica e impactante, que llama la atención por sus cúpulas en medio de la zona rural de Chachingo (Maipú). La Alboroza, como su nombre lo dice, es el lugar de la felicidad. Es el refugio perfecto para Roggerone que pasa la mayor parte de su tiempo creando su obra en su luminoso atelier. Además alterna sus estancias en Mendoza con viajes donde se nutre para reinventarse.
La casa en sí, concebida por Roggerone, es toda una obra de arte reflejada en revistas argentinas como Casa de Artista y el libro Los Excéntricos.

Sergio nos recibió en su morada para charlar sobre su trayectoria y sus nuevos desafíos creativos. “La casa es el contenedor, para mí es el útero, es el lugar en donde estoy 24/7, o sea, yo de acá no salgo más que para ir al aeropuerto a tomarme un avión. Estoy acá siempre. La pandemia me pareció alucinante porque me di cuenta que yo había nacido en pandemia. He estado metido acá siempre”.
"De mi casa no salgo más que para ir al aeropuerto a tomarme un avión"

Tu casa se llama “Felicidad”...
La Alboroza es el lugar en donde vive la felicidad. Soy feliz acá, me encanta. Viajo, pero al mismo tiempo, siempre vuelvo porque amo Mendoza.
¿Cómo interiorista y arquitecto qué dirías que debe tener una casa para que genere esa sensación de felicidad?
Lo importante para mí son los materiales, sobre todo materiales que sean nobles. Digo no a los porcelanatos, no a las imitaciones que, en definitiva, son plásticos. Hay que poner mármol y si se mancha, que se manche. Y que se vea el paso del tiempo arriba del mármol, que se vea la mancha del limón que dejaste o del vinagre que se te cayó, que se note el paso de tu vida por ese lugar. Es lo mismo que las arrugas, uno se pone viejo y está arrugado. La gente se mete bótox para ocultar el paso del tiempo. Pero no es que no parezcas viejo, sos viejo. La casa es lo mismo, hacen parecer algo que no es. Creo que el interiorismo no le importa a nadie, la gente vive en cajas de zapatos.

Me gustaría que hablaras del uso del color, que es algo especial para vos y en tus últimas obras hay un cambio de paleta…
Es increíble el tema del uso del color. Por eso es tan difícil el color, ¿no? Ha sido un tema recurrente en mi obra porque es de las cosas más difíciles de manejar. Y sí, podría decir que estoy refinando el color por la edad que tengo y porque mientras más viejo te ponés como pintor mejor vas ajustando detalles. Estoy saliendo de la figuración total y me estoy yendo a una figuración abstracta, que es más matérica.
"Mientras más viejo te ponés como pintor mejor vas ajustando detalles"

Es una técnica al óleo. Mezclo el óleo con cera fría y con arena sílica, que es como una especie de vidrio molido o polvo de cuarzo. Esto le da más corporeidad a la al óleo y sí, estoy tratando de usar otras gamas de colores.
¿Y esa materialidad hace variar el color?
La mezcla de todos estos materiales funciona como espejo. Entonces al poner el pigmento encima de esa mezcla, el color sale con muchísima más fuerza, se ve mucho más potente, más brillante. Se ve el color pleno, digamos.

Si pudieras definir las etapas de tu vida en colores, ¿cómo serían?
Recientemente hice un cuadro todo con una línea de verdes, otro en amarillos y después hice uno en marrones. Y ahora que estoy más viejo uso mucho el azul de cobalto. Hay que ser muy sutil con el color, te puede embellecer una obra o arruinarla. Lo mismo sucede para una casa, o un espacio interior.
"Hay que ser muy sutil con el color, te puede embellecer una obra o arruinarla"
Pero el azul de cobalto te ha gustado siempre, tu patio es azul…
Sí, y ahora estoy haciendo una serie de 18 flores que me encargó un amigo con un azul que tiene una particularidad química. En mi último viaje a Italia encontré en una callejuela, una tienda que tenía unas latas de caseína, es una fosfoproteína de la leche que casi no se consigue y que sirve de aglutinante de pigmentos. Se lo he puesto al azul de cobalto de las flores que se vuelven luminiscentes en la oscuridad. Lo usaba mucho Balto, un pintor que amo.

Es todo un mundo el color…
Hay que estudiarlo y es muy largo porque viene desde la Antigua Roma, de los griegos. Peroquien reordena todos los colores fue un artista que se llamó Albert Munsell, fue un genio, armó los círculos cromáticos, los valores tonales, redefinió todo el mundo del color. Munsell fue un crack. Hay que tener esa sensibilidad para poder conjugar un color con otro como un músico cuando pone una nota al lado de la otra, suena bien o suena pésimo. También, aprendí muchas cosas sobre el uso del color de Maga Correas (interiorista y decoradora mendocina, hermana de la artista Nora Correas). La Maga era supercolorista. Vos ibas a una casa que decoraba la Maga y encontrabas un color que a ella le encantaba usar y se llamaba lacre. Salía directamente de una lata que se llamaba convertidor de óxido. Era para sacarle el óxido al fierro. La Maga pintaba las paredes con eso.

En la fotografía, el blanco y negro tiene mucha potencia, ¿qué sucede en la plástica?
Claro, el blanco es la presencia de todos los colores y el negro es la ausencia, exactamente. Estoy pintando un cuadro blanco y negro. El gran Guiñol II. Pero bueno, tenés siempre el color piel y el oro, aunque estoy a full con el blanco y negro que es el despojo de todo y es elegante.

Cuando tenía 20 años conocí a unos anticuarios, amigos de la Maga, que también murieron, Estos tipos tenían un claustro jesuita del siglo XVI en La Manzana de las Luces, en Córdoba. Para la Maga eran los interioristas que mejor gusto tenían en toda la Argentina, habían hecho una fortuna. Después que murió la Maga los visité en Córdoba y les pregunté: ¿Qué diferencia hay entre ustedes y la Maga? ¿Por qué ustedes pintan todo blanco, y la maga era tan colorista?

Entonces me contestaron: “¿Tú sabes por qué ponía tanto color la Maga? Es un tema que hablamos siempre, y la respuesta es porque el bodeguero en general no compra objetos buenos. Ella no contaba con cuadros ni muebles de valor para decorar, entonces metía color, cortinas de color para realzar los ambientes. Tenía que potenciar casas que no tenían nada. En cambio nosotros somos anticuarios y para que las cosas de antigüedad se vean bien, pintamos de blanco”. Me partió la cabeza esa respuesta y me pareció muy acertada.
Y el dorado a la hoja, algo tan característico en tu obra, ¿los estás dejando?
Todo lo contrario, cada vez lo uso más. Me fui a México a hacer un curso con un dorador de iglesias. También había hecho dorado con la Maga, pero con oro verdadero. Era muy difícil encontrar los materiales para hacerlo en Argentina, porque para usar oro tenés que poner un material abajo que se llama bol de Armenia, que es una arcilla. Después de eso se bruñe con piedra ágata que hace que las partículas de esa arcilla miren hacia un mismo lado, entonces el oro queda como un espejo, queda una cosa brillante, impresionante.Esa técnica la inventaron los egipcios hace miles de años. Y después se hizo muy popular durante el Renacimiento, en Italia, también en la Iglesia Ortodoxa Rusa, entre los coptos, los griegos.

¿Algunos de tus últimos cuadros son algo picassianos, estás dejando lo figurativo?
Como te decía antes me estoy yendo a una figuración abstracta porque para llegar a lo abstracto primero hay que dominar muy bien lo figurativo. Uno siempre tiene búsquedas nuevas y porque si hacés siempre lo mismo te vas aburriendo. Es un desafío personal. Dicen que los artistas pintamos una sola obra en toda la vida. Y que esa obra la vamos mutando, replicando, repitiendo en miles de cosas, pero siempre es el mismo cuadro, en diferentes situaciones. El único que pudo romper con eso fue Picasso. El cubismo salió de esa búsqueda.
"Para llegar a lo abstracto primero hay que dominar muy bien lo figurativo"

Artistas como Fader o más contemporáneos como Julio Le Parc destacan la luz de Mendoza, ¿influye en tu obra?
Viajo mucho y puedo decir que la luz de Mendoza es maravillosa, es brillante. Vuelvo siempre porque amo este lugar.