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Todo lo que sucede tras tocar el timbre es una grata sorpresa. Te reciben por tu nombre, cruzás una puerta corrediza y te dan la bienvenida al unísono en japonés. Irasshaimase. “En este punto comienza una experiencia donde perdés la noción del tiempo y el lugar. Te van bajando uno por uno diferentes bocados a un ritmo que te permite disfrutar y apreciar, sabores, aromas, texturas y la sencillez visual de cada pieza”, nos describe Damián Shiizu.
La noche está guiada por la filosofía de dar sin esperar nada a cambio: Omotenashi. Aunque no sepas japonés y no puedas leer lo que está escrito en el lienzo sobre la barra, lo vas a sentir en todo el rato. “La escritura en Japón es una forma de arte que se llama Shodō. Esto lo escribió una calígrafa japonesa para Uni. Además de Omotenashi, menciona las palabras que están ligadas: respeto, invitado de honor, hospitalidad, cordialidad, armonía”, explica el chef, que tuvo la fortuna de aprender de los pioneros de la gastronomía japonesa en la Argentina. “Empecé con Hatsuko Komiyama y Takeo Komiyama. Además mi papá y mi mamá son japoneses, con lo cual mi relación con Japón viene desde la crianza”.
Cuando están todos los comensales -compartís la barra con turistas extranjeros, asiáticos y fieles seguidores de Damián- arranca la función, con edemame marinado y cocido con soja; nigiris de lenguado, de pejerrey madurado, de pez limón, de calamar sopleteado; sashimis; temakis; gunkan. “El menú va variando según lo mejor que tengamos ese día. Utilizamos principalmente pesca o mariscos nacionales como trucha patagónica para hacer un tartar con pimienta sansho, hoja de shiso en tempura y salsa ponzu. Tenemos ostras crudas con huevas de trucha. Nigiris varios de besugo, chernia, palometa de mar, bonito, trilla, anchoa de banco, vieiras, langostinos”, enumera Damián. En los meses fríos, suman platos con fideos japoneses como ramen o udon.
Con la anguila de río que viene de Japón nos hicieron un temaki. Al caviar de Uruguay lo combinaron con centolla argentina. Pedimos la armonización con vinos del mundo y sake japonés. Para cerrar, nos sirvieron té japonés acompañado de un delicioso helado de sésamo.
Una coreografía tan delicada que te lleva directo a Japón. Y sí, cuando salgas te vas a sentir como en la película Perdidos en Tokyo. Pero con la certeza de haber vivido una de las mejores noches gastronómicas de tu vida.
Dónde: Guatemala 5820.