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Los mejores restaurantes de Buenos Aires

De una parrilla de lujo a un galpón vegetariano, conocé 59 de los mejores restaurantes de Buenos Aires.

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Buenos Aires no para, su movida gastronómica tampoco. De una parrilla de lujo a un galpón vegetariano, un bodegón de 1952 , alta cocina botánica, fine dining de autor, charcutería en la vereda y comida porteña nostálgica en un mercado. Te lo ponemos fácil o te la hacemos corta: estos son sus restaurantes esenciales.

1. Trescha

Uno de los mejores restaurantes de Buenos Aires está en una casa restaurada de Villa Crespo, donde el veinteañero Tomás Treschanski te deja mudo con su cocina conceptual de una estrella Michelin. El chef más joven de América premiado por la famosa guía se llevó también su Young Chef Award. Mucha imaginación y todas las técnicas se unen en el menú de pasos, que se acompaña con cuatro estilos de maridaje, con vinos argentinos, etiquetas del mundo y mocktails. Cuando creíamos que el fine dining estaba agonizando en Buenos Aires, el cocinero revelación lo hizo renacer, en una propuesta disruptiva. Una revolución en 14 bocados. Del macarrón de remolacha y mandarina con praliné de maní picante y su beignet espumado de kimchi y azafrán al pez limón curado en kombu; la tarte tatin de nabo con helado de cheddar inglés; y el kiosko de petit fours. Con fudge de ajo negro y regaliz; bombón de cacao, garrapinada y hongos. No hay límites, ni entre lo dulce y lo salado, ni en la creación. “El producto siempre tiene algo nuevo que decir”, asevera Tomás.

Dónde: Murillo 725.

RECOMENDADO: Trescha: un restaurante Michelin en una casa recuperada de Villa Crespo

2. Aramburu

Expresar en un menú de 18 tiempos los ecosistemas de Argentina. Eso se propuso y lo logró con maestría: el restaurante de Gonzalo Aramburu ya tiene dos estrellas Michelin. Y está muy convencido: hace 18 años que ofrece fine dining  (empezó en su local de Constitución). Otra cosa muy importante para quién también llegó a la lista de The Best Chef Awards es ser alta cocina con pasión, con todas las técnicas y la emoción. Aquí todo es importante: la innovación, la estética, y por supuesto, los sabores. En la conservadora Recoleta, Gonzalo hace cocina argentina de vanguardia muy palpable en cada bocado. Los langostinos patagónicos se presentan sobre una roca volcánica; las navajas, con yogurt, melón y salicornias; las ostras, en crema de champagne. El imbatible es el tartar de ciervo con hoja de shiso y centolla. Pesca blanca, magret de pato, cada cual despliega su carácter con calma, en combinaciones ingeniosas. En el coqueto Pasaje del Correo, la ambientación es sugerente, de colores oscuros, luz tamizada, una puesta escenográfica que también te deja ver al chef en los fogones. Una noche de lujo, a todo nivel, con el sello de Relais & Châteaux. La carta de vinos, con más de 120 etiquetas, hace que todo sea armonioso. Los pasos dulces te trasladan al primer piso del restaurante, en un ambiente distendido para disfrutar de Aguaribay, helado de pimienta rosada y frambuesas.

El dato: el risotto de quinoa y ⁣⁣⁣⁣papas andinas que se cosechan a más de 2.400 de altura -en el norte de nuestro país-, desglasadas con vino blanco norteño y caldo de huesos de cabra fue el plato que este cocinero llevó a Madrid Fusión este año.

Dónde: Vicente López 1661.

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3. Nika Club Omakase

En Nika Club Omakase todo está dispuesto para pasarla y sentirse bien. El local fue equipado con tres contenedores que trajeron desde Japón repletos de todo lo que puedas imaginar: desde la heladera Hoshizaki, a las tablas, los cuchillos y la vajilla, que complementan con piezas locales artesanales. La armonía que se percibe en la ambientación también se siente en el cuerpo. Cocina japonesa moderna sin glutenbaja en sodio, grasas y azúcares. ¿Acaso se puede pedir más?

Seguro nunca probaste nada igual, simplemente porque ellos elaboran todo, desde las masas a las salsas, tapas de harina de arroz, texturas de mandioca. Cada ingrediente es orgánico y fermentado en casa, algunos por un par de días, otros por meses o un año. El restaurante combina la trayectoria del chef Leo Lanussol y su reinterpretación del street food japonés con los dones del sushiman Fabián Masuda, pionero en ofrecer omakase en Buenos Aires. La dupla trae una propuesta vanguardista, 100% libre de gluten, baja en sodio, grasas y azúcares, lo que implica un trabajo constante de investigación

Dónde: Nicaragua 5952.

4. Alo’s Bistró

No nos importa si no entró en la guía Michelin porque está en las afueras de Buenos Aires. Los de Zona Norte están agradecidos de que exista una propuesta tan arriba por allí. Los que lleguen de capital serán recompensados por las maravillas de Alejandro Feraud y su brigada, que ya lo sabemos: es un semillero de genios. Orgánica, salvaje y estacional, así es su alta cocina, en un local acogedor, con una cava fascinante. En cuanto a la ambientación, hay mucho juego de maderas, con mesas de petiribí, deck y brasero: el marco ideal para su propuesta, que por muy trabajada y muy pensada, no deja de ser comfort food. Al degustarla, se va abriendo en capas de sabor y te va abrazando. Si te sentás en el chef counter de banquetas altas, vas a ver toda la complejidad que implica cada plato y el mega equipamiento para llevarlos a cabo. De entrada, codorniz, batata y hojas moradas; ñoquis, seso, espinacas, parmesano; búfalo, cajú, verdolaga. De principal, cappellacci, maíz, miso y cacao; pato, okras a las brasas, banana. Si sos fan de los postres, no te vayas sin probar la experiencia bombones: la cocina dulce es parte de la identidad de Alo’s. Por su Honest Haute Cuisine, Latin America 's 50 Best Restaurants le dio el puesto 38.

El dato: este año están de festejo por su 10mo aniversario y no paran de organizar eventos especiales con chefs internacionales invitados (los podés seguir en IG para enterarte). También podés optar por el menú degustación de 10 años de raíz. Centolla, nabo, almendras; cordero, langostinos, ciruelas; pesca, remolacha, higos y muchos pasos más.

Dónde: Av. Blanco Encalada 2120, Boulogne, San Isidro.

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5. Gioia Cocina Botánica

Sí, llegó la era en la que el restaurante de un súper hotel como es el Palacio Duhau Park Hyatt se hace vegano. En la zona más exclusiva de Recoleta, desde un salón contemporáneo y una terraza excepcional, el chef Juan Simonte comparte la alegría de cocinar con plantas. Explora vegetales fermentados, encurtidos y quesos plant based. Frutas, legumbres, cereales, algas y el reino fungi, que es el alimento del futuro. Todo llega seleccionado y de las manos verdes de pequeños productores. Gioia tiene un compromiso con la sostenibilidad, algo que se ve en cada detalle, hasta en la panera que es de madera recuperada. Sus platos parecen una selva, y como la naturaleza misma, el paisaje cambia con la temporada. Milhojas de remolacha, puré de maní, alcaparras fritas, papel de cebolla y pickles de rabanitos; causa limeña de gírgolas; escabeche de hongos con salsa de pistachos fermentados y barbacoa de ciruela; palta tatemada con ceniza de puerro, emulsión de kimchi y quinoa pop; pakoras de Kale con morrón asado y salsa de curry amarillo; tagliatelle con crumble de wasabi. Una obra de arte y de conciencia que se llevó una mención de la Guía Michelin. Claro que con tal dominio botánico, sus mocktails son lo más.

El dato: sumate a los Martes Botánicos: tapas y gin cocktails, todo libre, todos los martes, todo el año, desde las 19.

Dónde: Posadas 1350

6. Corte Comedor

Una parrilla a leña que nació de una carnicería de Belgrano, y no de cualquier carnicería: de la primera en la que la carne tiene identidad e historia. Compran la hacienda viva en pie en el mercado o directamente al productor y cuentan con toda la info: de qué raza es, el lugar donde fue criado, con qué sistema de alimentación ha engordado, qué edad tiene. Con esta columna vertebral, la trazabilidad es su fuerte, además de que este formato, con Corte Comedor, les permite aprovechar e integrar en su totalidad al animal. Aquí todo radica en la buena calidad de materia prima, la charcuterie, la maduración en seco que concentra los sabores y gana terneza. “No usamos carbón y nuestras parrillas son de hierro, trabajamos con un quemado de la costra en la carne que para nosotros es fundamental. Nuestros puntos de cocción están por debajo de los tradicionales de Argentina. La nuestra es una carne vuelta y vuelta”, nos dijo Santiago Garat, uno de los dueños del proyecto, que se encarga de la parte gastronómica. Los cortes que más se valoran para madurar y que ofrecen aquí son: T-Bone. bife angosto y ojo de bife con hueso, asado, cuadril, picaña y riñonada. Antes, hay que probar el trío de chorizos únicos: con jalapeños, pasta de curry verde y ají mirasol. O los chinchulines dorados. De guarnición, boniato al plomo, fritas a la provenzal. Y sí, el postre es un clásico flan con crema.

Dónde: Av. Olazábal 1391

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7. Amarra

Ya va por su tercera temporada: nació de Chila en 2023 para explorar nuevos rumbos de la mano de restaurantes amigos de distintos rincones del país, y así logró una cocina federal y plural que visibiliza las gastronomías de las provincias. Ahora, Amarra inaugura un nuevo capítulo: menú en tres pasos a la carta, con cinco entradas, cinco principales y un carro de postres; más los snacks y el prepostre, que dan un total de cinco tiempos. “Durante el año pasado nos hemos dedicado a tejer intersecciones, a unir lazos, a crear amarras por medio de los platos con colegas de todas las regiones del país. Hoy, nuestro proyecto ansía entrelazarse con los matices de la cultura, encontrar puntos de unión en las cocinas regionales, en las tradiciones del mundo, en las diversas disciplinas del arte, pues creemos firmemente que cada experiencia gastronómica es, en su esencia, un acto cultural”, nos contó el chef Pedro Bargero. En 2024, Amarra conectará profesionales del país para hacer platos en conjunto, de un ingeniero en alimentos especialista en enzimas, a un historiador, un politólogo, distintas personalidades con las que transformarán el menú a lo largo del año.

Dónde: Av. Alicia Moreau de Justo 1160.

8. La Cabrera

Una casa de carnes que respeta la tradición y la esencia de la familia argentina, rindiendo un orgulloso tributo a la cultura del Río de la Plata. Gastón Riveira es el cocinero de este suceso, que tiene muchas razones para permanecer en la cima. Se consagraron por dos: la calidad de las carnes asadas y el set de cazuelitas que acompañan el principal, con decenas de combinaciones creativas. Estas pequeñas guarniciones, servidas de manera original, les aportó un sello diferente, que conservan desde el primer día. 

20 años no es nada o es un montón y ellos ya van por más. Se ocupan de todo: qué vas a comer, dónde los vas a comer y cómo. Menú, ambiente y servicio son su tríada. El espacio es un matrimonio entre un bistró francés y un típico bodegón porteño, que contagia alegría. El arte que despliegan los parrilleros transforma el típico asado en una experiencia singular. La carta de vinos es otra aliada. 

Lo que nació como una aventura de un enamorado de los fuegos, que decidió destinar el dinero de los regalos de casamiento y los ahorros para iniciar su proyecto propio, es, fue y seguirá siendo una parrilla de culto, que ya es mucho más que palermitana. Tienen sucursales en Pilar, City Bell, Jujuy y Salta. En el exterior en España, Estados Unidos, Filipinas, México, Colombia, Perú, Paraguay y Chile.

El dato: el bife de chorizo de La Cabrera pesa 800 gramos y el ojo de bife, 600. No se vienen con chiquitas.

Dónde: José Antonio Cabrera 5099. José Antonio Cabrera 5127.

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9. Ti Amo Pizza

Tienen un montón de medallas a la mejor pizza napoletana de Argentina, de Sudamérica, y del mundo. Viven haciendo pizzas, y eso es lo que aman. Las hermanas Santoro son las genias detrás de este proyecto nacido en la zona sur de Gran Buenos Aires. De Adrogué a todas partes. 

“Empezamos en el jardín de la casa de nuestra mamá, como un hobby. Comenzamos a invitar amigos, que invitaron a amigos y la cosa explotó”, relatan sin entender muy bien cómo llegaron a este exitazo. Eligieron hacer pizza napoletana porque era imposible conseguirla en su barrio, entonces, la hicieron ellas. Ni al molde ni a la piedra. Napoletana: un estilo contemporáneo, suave, aireado y ligero. El lugar que crearon Carola y Victoria es cálido y acogedor, con Maradona como puente de pasión y cultura entre Nápoles y Buenos Aires.  Recomendamos pedir la margherita, que lleva salsa de tomates italianos, mozzarella fior di latte, albahaca, kilos de parmesano y puede sumar ajíes picantes. O la corazón de burrata. De las pizzas biancas, Brava es con jamón crudo al horno de leña con miel; Umbria trae cebolla caramelizada, y ricotta; Sorrento, papas con romero y limón. Hacen especiales de estación como la de higos, que la rompió toda. También, algunos días, salen calzone de pepperoni y de 5 quesos. 

El dato: organizan eventos para amasar pizza, aprender a hacer la napoletana, usar el horno a leña y después comer todos juntos y maridar la pizza con cerveza italiana. Seguilas para enterarte de la próxima edición. ¡Se llena enseguida así que anotate en cuanto lo veas!

Dónde: Diagonal Toll 1420, Adrogué.

10. Cauce

Ubicado en Puerto Madero, Cauce de los Fuegos es la mezcla perfecta entre un restaurante de la vieja escuela, con mozos de oficio, servicio inmejorable y materia prima de primerísima calidad; y un spot moderno, con un ambiente ideal para disfrutar en pareja o en familia y una barra de tragos cuidadosamente pensada por la bartender Mona Gallosi. Es decir, Cauce nos ofrece lo mejor de los dos mundos en un solo lugar.

Son muchos los platos que destacan de la carta creada por el chef Edgar Pronio, por lo que elegir solo unos pocos es una tarea compleja. No obstante, nos permitimos recomendarte el asado Emperador -una costilla entera, asada en leña y carbón durante seis horas a fuego lento- porque realmente sobresale en el menú del restaurante que ha sido recomendado por la prestigiosa Guía Michelin

Dónde: Alicia Moreau de Justo 440, Puerto Madero

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11. ApuNena

Una de las mejores tapas de Buenos Aires son asiáticas y están en Chacarita, en ApuNena. Este año cumplen 5 aniversarios, a pura vibra, sabores y color en cada uno de sus platitos. Christina Sunae y Flor Ravioli son las amigas y socias detrás de este emprendimiento que no tiene techo. La semilla es un viaje que hicieron juntas a Filipinas, donde se crió Christina, quien tiene sangre coreana, y aprendió a cocinar con sus tías y su abuela. Flor, que es cocinera y nutricionista, quedó fascinada por los mercados y la cultura culinaria callejera. Tras haber trabajado en El Bulli, encontró una relación con las barras españolas de tapeo. Juntas unieron todas estas sensaciones e influencias, más la experiencia de Christina en los dos restaurantes asiáticos que supo tener en Buenos Aires, y la de Flor en Moshi Moshi; para gestar ApuNena.

Apu significa “abuela” en el dialecto de la familia filipina de Christina y Nena es el nombre de su abuela, quien vivió hasta los noventa y pico. Esencia asiática con productos locales en una cocina consciente, es la fórmula que encontraron para sintetizar todos sus saberes y sus búsquedas. Barra, salón, terraza, vos elegís dónde sentarte y qué probar de la tremenda variedad de sabores que proponen en cada tapa. Dumplings, baos, sopas, noodles, calamar a la parrilla, pollo frito, empanadas filipinas, curry de pescado. “Nuestra misión es llegar con los sabores asiáticos y las recetas de la abuela a los vecinos del barrio, a los turistas que nos visitan y a toda la comunidad, de todas las edades. A los chiquitos les encanta ApuNena”, nos cuenta Flor, que también tuvo su abuela que cocinaba súper rico. 

El dato: toca reservar si se quiere comer en una mesa. Tienen dos turnos, el de las 20hs y el de las 22hs. Si se trata de una visita espontánea, se puede optar por ocupar la barra.

Dónde: Aguirre 1600.

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12. Chuí

Uno de los restaurantes más frecuentados de Villa Crespo es un galpón vegetariano, montado en un terreno que estaba en desuso, junto a las vías del tren. Sí, se puede ser referente en gastronomía, hasta distinguido por Michelin, y hacer las cosas de otra manera. Sin proteína animal y para un público masivo, en un espacio que recuperó una zona olvidada de la ciudad, donde la única pretensión es el horno de barro y la vegetación. Los cuatro jóvenes propietarios de este restaurante que cumple 3 años, le han otorgado un lugar preponderante a las setas, que además de estar por todo el menú, en platos sabrosos como la milanesa de gírgolas y el paté de hongos; también se ven en el armario para cultivo. Allí mismo dicen presente las conservas y encurtidos. El desafío es cambiar la dinámica clásica de una cocina, expandir los límites de la creatividad y poner foco en vegetales y granos. Fermentados y escabeches coronan las preparaciones; la pizza es suprema, como el singular cheesecake brulée.

Dónde: Loyola 1250.

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13. Uni Omakase

Todo lo que sucede tras tocar el timbre es una grata sorpresa. Este omakase difunde el arte de dar sin esperar nada a cambio, a través de su ofrenda de sabores y un servicio atento. Compartís la barra con turistas extranjeros, asiáticos y fieles seguidores de Damián Shiizu, que es hijo de japoneses. El menú de cambia para ofrecer la mejor pesca del día: tras un edemame marinado y cocido con soja, vienen nigiris de lenguado, de pejerrey madurado, de pez limón, de calamar sopleteado; luego sashimis, temakis, gunkan. Y un delicioso helado de sésamo para cerrar. Una coreografía tan delicada y detallista que te lleva directo a Oriente. El omakase con recomendación Michelin es una expresión muy auténtica de la importancia que tienen el respeto, la hospitalidad, la cordialidad y la  armonía para Japón. Este espíritu se conoce como Omotenashi: aunque no sepas japonés y no puedas leer lo que está escrito en el lienzo sobre la barra, lo vas a sentir en todo el rato que estés en Uni.

Dónde: Guatemala 5820.

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14. Fogón Asado

Para vivir la tradición del asado argentino en primera fila, frente al fuego y al chef parrillero. Las carnes y los vinos son protagonistas, en esta casa antigua de Palermo que era un teatro de tango, hoy reformada con un gusto tan exquisito como el de las carnes que sirven. Los vegetales son orgánicos, las proteínas de La Pampa, de animales de pastura que preservan el sabor característico de la raza Angus. La leña viene del Norte: la madera blanca, más liviana, la usan para prender el fuego; la roja, para lograr las brasas. Ceja con crema de coliflor y choclo al rescoldo, ojo de bife con puré de boniatos, un costillar -que tiene 8 horas de cocción con distintas técnicas-, matambre con ensalada cítrica y ají amarillo son algunos de los sabores argentinos que propone esta parrilla de lujo en la que nunca se acaba el fuego. Los 9 pasos se completan con berenjena ahumada con ricota, provoleta crocante y mollejas con salsa de tomates rostizados más jengibre. La morcilla viene con chutney de membrillo y manzana; el chori con morrón. De postre,  panqueque de dulce de leche, con frutos rojos patagónicos y crema. ¿El maridaje? Un destacado recorrido por vinos nacionales de alta gama, vos elegís entre cuatro propuestas: estándar, premium, descubrimiento de Malbec y selección del sommelier. La posta es que no vayas en auto, porque cada vez que te vean la copa vacía, te la van a llenar de felicidad. La inmensidad de nuestro campo y de nuestra cultura ganadera, como disparador de un inmenso menú degustación.

Dónde: Gorriti 3780.

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15. El preferido

Crían sus propias reses y cultivan sus vegetales, en una estrecha relación con el entorno que los hizo merecedores de una estrella verde Michelin. A esta presencia respetuosa con el medio ambiente se le suma un pasado lleno de historia: abrió sus puertas en 1952 como un sencillo bodegón, en este icónico edificio rosado que data de 1885. En esta esquina súper transitada conviven el encanto de la antigua casa-almacén -que en el mostrador tiene colgados fiambres y pimientos para secar- con una carta tradicional de comida porteña. Hay que empezar por los embutidos artesanales que demuestran la maestría de Guido Tassi: salame chacarero, bondiola, spianata, panceta. Y seguir con su consagrada milanesa de bife de chorizo. De las guarniciones, podés elegir cualquier ensalada, trabajan con vegetales orgánicos y variedades singulares, como los tomates Reliquia. El preferido de Palermo se ha renovado para encarar su etapa de gloria y no paran de lloverle premios internacionales.

Dónde: Jorge Luis Borges 2108.

16. Marti

Más que un restaurante, es una apuesta por el futuro de la alimentación, un trabajo de investigación del chef Germán Martitegui. Abrió sus puertas en 2021, tomando la posta de Tegui: el inolvidable fine dining de Palermo que se erigió como un emblema de la alta gastronomía argentina a nivel internacional durante 12 años. Esta vez, el sueño de Germán es diferente: ofrecer una buena alimentación sin sacrificar animales. El jurado del reality-show “Masterchef Argentina” sorprende con una propuesta autoral y de estación, 100% vegetariana, que también incluye opciones veganas. Ubicado en el jardín interior de una elegante casona porteña, Marti está dominado por una barra-cocina central, desde donde podés ver al equipo en acción. 

La frescura de los ingredientes y los productos naturales se conjugan en platos delicados que pueden llevar hasta 20 ingredientes, por lo que son una fiesta de sabores auténticos. Todo cambia con la temporada, pero los hitazos quedan: shawarma de hongos y soufflé de queso. El finde hay brunch con tortilla de mandioca y Spritz de uvas verdes. 

El dato: recomendamos pedir los hongos que los cultivan ellos mismos en el “hongario”.

Dónde: Rodríguez Peña 1973.

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17. Raggio Osteria

El restaurante italiano más nuevo de la Guía Michelin se hospeda dentro de un hotel palermitano. Tiene un poco más de un año y ya todos hablan de su gastronomía italiana con materia prima argentina. Anchoas de Mar del Plata, ají de Salta y oliva de Mendoza en unas artesanales pastas casarecce. Aceitunas negras de La Rioja y alcaparrones de Santiago del Estero para la salsa puttanesca. Los pistachos son de San Juan; la carne y los vegetales del campo bonaerense. En Raggio se reúnen los productos de nuestra tierra y nuestro mar con las recetas tradicionales que Sebastián Raggiante trae de su Bologna natal. La barra llama la atención, y tiene con qué responder: ofrece una alta propuesta de coctelería italiana, de clásicos del mundo, y de autor. Los vinos proponen una variada selección que incluye uvas menos conocidas por estos lares, como garnacha, sangiovese, nebbiolo y barbera para los rossi; entre los bianchi, Pedro Ximénez, malvasía y verdicchio.

Tras abrir el paladar con boquerones, hay que arrancar con los affettati. A la bresaola, un embutido de los alpes centrales, la sirven con mostaza antigua y limón. A la mortadella, con ricota fresca. Infaltables las olivas y el parmigiano madurado, que viene con miel orgánica. A la hora de las pastas caseras, el chef  trae una variedad de ñoquis, rigatoni, conchiglioni, y algunas rarezas como los gigli o maltagliati. Sus mariscos a la marinara son inolvidables: una barbaridad de mejillones, calamar, pulpito y vieiras. Il dolce: hay que ir por la panacotta.

El dato: cuando te sentás en Raggio, sin que la pidas, una frondosa panera llega a la mesa, con un aceite picoso que le va muy bien. También el agua con o sin gas, todo esto sin costo.

Dónde: Gurruchaga 2121.

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18. Lo de Jesús

Todo un emblema del barrio de Palermo, arrancó como un almacén de ramos generales para convertirse hoy en una parrilla consagrada en la zona.

Lo de Jesús y su vinoteca, La Malbequería, son de esos lugares que no defraudan por su gastronomía, vinos y también por su cuidada atención al cliente.

Para elaborar la carta de platos cuentan con el asesoramiento de Darío Gualtieri, chef de la alta cocina, y para la carta de vinos, con el sommelier Fabricio Portelli.

Recomendamos pedir el Tomas Hawck o el T-bone y de postre el flan mixto. No defraudan.

Dónde: Gurruchaga 1406, Palermo.

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19. Catalino

Un restaurante oculto en Colegiales que fue uno de los primeros en profesar y practicar la agroecología y la soberanía alimentaria. Orgánico, consciente y atendido por sus dueñas: las hermanas Mariana y Raquel Tejerina, que solo trabajan con materia prima de pequeños productores y carnes alternativas. La energía femenina es enorme en esta casona de techos altos, pisos de madera y un patio encantador, con horno de barro. Calma, destreza y compromiso son los valores detrás de los platos que proponen, que lógicamente, cambian con la estacionalidad de los productos. Vayas cuando vayas te vas a sorprender, con un tempura de raíz de perejil o un guiso carrero con alubias y búfalo. Buñuelos de hojas de zanahorias, fugazzeta de mbeyú, empanadas de jabalí, sopa de topinambur. Carnívoros y veggies contentos: además de carnes inusuales como vizcacha y perdiz ofrecen comida con vegetales y frutas de temporada, que armonizan con una carta de vinos biodinámicos y etiquetas de pequeñas bodegas argentinas.

El dato: además de composteras, tienen su propia huerta, siembran para lograr la circularidad en la ciudad. Cuando cosechan y tienen excedente lo ponen a la venta. ¡Seguilas en IG para enterarte de sus mercados!

Dónde: Maure 3126.

20. Ácido

Aquí no sirven comida de la abuela, sino de las abuelas, en vajilla que también es de otra época. El salón es vintage, con toques rústicos, y el ambiente tan relajado como divertido. Recetas de hogar de distintas partes del mundo, que el joven chef propietario (Nicolás Tykocki) y su papá rescatan para darles un acabado atrevido. Así, la exuberancia es doble, en sabores y en saciedad: cada plato viene con varias guarniciones. De un kofta de cordero que sale con labne, abagannus y bazlama, a un tteokbokki coreano, un pollo frito, o el fuera de carta que cambia cada día. Para cerrar, la torrija de brioche. No aceptan reservas, así que hay que ir temprano para no quedarse afuera de este boom de Chacarita.

El dato: en las noches especiales, las abuelas del staff van como chefs invitadas. ¡No te pierdas el ciclo Abuelas de Ácido!

Dónde: Charlone 999.

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21. Cucina Paradiso Senza Glutine

El primer restaurante italiano 100% libre de gluten de Latinoamérica. Sí, aunque parezca una paradoja, Donato de Santis lo hizo posible. En lugar de incluir opciones sin TACC en el menú de su famosísimo restaurante de Buenos Aires, lo que hizo fue ir a su sede original, el pequeño local de Palermo que todos adoramos, y transformarlo con esta premisa. Así, su casa matriz donde nació el mega proyecto gastronómico, desde 2021 es otra. Pero el alma y la calidez siguen intactas, igual que el sentir a cantina italiana. 

Entonces, llega la focaccia de tomates y romero, esponjosa, suave, dorada, se elabora con harina de sorgo y mandioca. Se puede seguir con una bruschetta, para probar toda la magia que hacen sin trigo, avena, cebada ni centeno. Turno de los arancini di riso alla Siciliana: croquetas de arroz fritas rellenas de ragú de carne, arvejas y mozzarella, apanadas con harina de arroz. Ya toca ir por la estrella del lugar, el gran Ravioli Nino Bergese, relleno de ricotta, parmesano, espinaca fresca y centro de yema fresca, que explota como un volcán de sabor y se derrite sobre una manteca de trufas. Si siempre soñaste con unos fettuccine alla puttanesca gluten free, acá los tenés: alcaparras, ajo, olivas negras y anchoas marplatenses. Otra opción es comer estas pastas caseras al huevo con polpettine: albóndigas de tres carnes cocidas en salsa Pomodoro. Probamos los cappellacci di zucca alla mantovana y nos volaron la peluca con su delicadeza: por dentro, zapallo cabutia, por fuera una emulsión de manteca y salvia que todavía recordamos. Nos vamos con dos postres, el infaltable tiramisú de Donato y la torta caprese, una delicia de la isla de Capri que es puro chocolate húmedo y almendras, viene con amarenas. 

El dato: hay especiales fuera de carta. Tal vez llegás y te sorprenden con unos ravioles con tuco genovés rellenos de carne braseada, molleja, seso y espinaca.

Dónde: Arévalo 1538.

22. Mengano

Un bistró con alma de bodegón, en una clásica casa chorizo de Palermo. Facundo Kelemen le otorga inspiración contemporánea a los clásicos del recetario popular porteño, que llegan a la mesa en formato de platitos para compartir. Cocina de bar con una nueva mirada, en los ojos del chef que trabajó en Nueva York y que desde niño realizó turismo gastronómico, probando lo mejor de los mejores restaurantes del mundo. En las paredes, las fotos del abuelo, que era jugador de fútbol en Racing; en la carta, 14 platos, que incluyen empanada de carne picante frita, que hay que comer de un mordisco porque explota de jugo, revuelto gramajo con espuma de papa, steak tartar con membrillos y alcaparras acompañado de una torta frita, matambre a la pizza y fainá. Y el repertorio va más allá, con el sándwich de milanesa que emula a un katsu sando japonés. Para el postre, mousse de chocolate con cereales, rogel con capas de merengue. Los vinos también tienen una visión actual, hacia bodegas pequeñas con vitivinicultura de mínima intervención.

Dónde: Cabrera 5172.

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23. La Alacena

Recibió la distinción Bib Gourmand con la que la famosa guía Michelin premia a las mejores relaciones calidad-precio. Una esquina acogedora e informal, con toques caseros. Esta trattoría es todo lo que esperamos (y amamos) de un restaurante italiano en Buenos Aires. La sencillez hecha ricor. O el producto enaltecido. La fórmula con la que la chef-propietaria Julieta Oriolo toca corazones. Además de su pasión por el país de sus ancestros y el legado culinario familiar, sus viajes a diferentes regiones italianas actualizan sus recetas. La cava aporta una gran selección que acompaña la italianidad de esta gastronomía con etiquetas de garage y de prestigiosas bodegas argentinas. Para arrancar, carpaccio di vitello, zucchini marinato y mucho parmesano; unos calamaretti con porotos pallares, jalapeños, guanciale. O unas clásicas berenjenas a la parmigiana con pomodoro de tomates italianos, fior di latte y pesto. De las pastas artesanales, garganelli al ragú bianco, funghi, tartufo; tortelli con ricotta, mortadella y arvejas;  spaghetti aglio, olio e gamberi con abundante peperoncino y perejil fresco. Para cerrar,  profiteroles de helado de pistacho con salsa de chocolate o la pavlova con curd de limón, crema fresca y frutas rojas.

El dato: date una vuelta por La Alacena Pastificio & Salumeria para llevarte a casa todo lo que te gustó (queda a dos cuadras).

Dónde: Gascón 1401.

24. Anchoita

Este restaurante es todo lo que está bien, hasta en la relación precio-calidad. Por eso tiene todo reservado para 2024, y se da el lujo de no tener ni un posteo en Instagram, en la era de los gastrotubers. La posta está en jugársela, y acercarse a Chacarita a ver si conseguís una mesa para conocer esta fábrica de éxitos que antes era una fábrica de sifones. Excelente charcutería y quesos argentinos en tablas diseñadas para compartir son la perfecta antesala para un pescado de río que nos lleve al litoral argentino, como el chipa guazú con surubí ahumado. O algo de la parrilla -que te cautiva en cuanto entrás al salón-, como un vacío al chimichurri, para cerrar con una reversión del alfajor marplatense. Si no tuviste suerte, encará para Anchoita Cava, que lejos de ser el premio consuelo de los que no consiguen lugar, es otra fantástica idea del polifacético Enrique Piñeyro para su proyecto gastronómico. Inconmensurable como todo lo que hace el piloto, actor, cineasta, activista, rescatista y médico aeronáutico que también ha creado un mito de la gastronomía porteña, que se llevó la estrella verde Michelin. Por sus 18 hectáreas de producción, fincas donde crían cerdos, gallinas y gansos, acuerdos con proveedores sostenibles y trabajo con antropólogos por una cadena de abastecimiento respetuosa.

Dónde: Juan Ramírez De Velasco 1520.

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25. Casa Sáenz

Empecemos por el principio: el nombre. Casa Sáenz hace referencia a la ferretería del papá de la chef Ximena Sáenz, en Monte Grande. Y eso ya nos da una pista de todo: a través de su restaurante, Ximena busca expresar toda su herencia, sus raíces y lo que aprendió en tantos años de viajar por el país y disfrutar de la cocina argentina. Por eso, un gran horno de barro es centro y corazón de Casa Sáenz, inspirado en sus recorridas por nuestras provincias, donde la chef encontró uno en muchísimos hogares. 

La carta está inspirada en todo el territorio argentino, platos que cuentan historias, y otros, clásicos reversionados, siempre partiendo de una estricta curaduría de materias primas federales. Los vinos tienen el mismo espíritu nacional: de más de ocho provincias argentinas. También, como lo hizo nuestro país a lo largo de su historia, la carta suma otras influencias: cocina inmigrante, de colectividades. El resultado es un hermoso crisol que invita al sabor con tortilla de papas con alioli; patagonzola con durazno asado; milanesas de lomo, churrasquito jujeño con maní, lima y cilantro; trucha sobre puré de arvejas con pebre. De los postres, vas a alucinar con el shimmy de chocolate con dulce de leche de búfala y masa sablé que sale con malvavisco tostado. Le fue tan bien que ya abrió su segundo local, ahora podés disfrutar de su cocina viva en Belgrano y por el Botánico. 

El dato: si estás en plan veggie no podés perderte los boniatos, calabazas, y zanahorias asadas con salsa de yogurt y chermoula -la salsa magrebí de hierbas-, unas gírgolas crocantes, y unas croquetas griegas de tomate con tzatziki

Dónde: Echeverría 2102 y República Árabe Siria 3001.

26. Reliquia

Continuamos por otro Bib Gourmand que también responde con comida auténtica en un espacio simpático: una hermosa ochava de Palermo con la fachada decorada es el mejor preámbulo para su culinaria. El lugar es cálido como la gastronomía, un derroche de estilo con espíritu casero. El menú, atractivo para todos los paladares; vayas por carnes o vegetales, hay sabores y texturas para variadas preferencias. La cita empieza con brioche y manteca ahumada, y puede seguir con paté con chutney de higos, avellanas, pickles y galletas marineras o terrina de pato con avellanas. Luego, crudo de pez limón, jugo de tuna y granita de cerezas o tartare de bife de chorizo con quinoa roja frita y emulsión de aguaribay. Como principal, las pastas tienen muchos adeptos, con los spaguetti con gírgolas a la parrilla y caldo de hongos. Un postre que tiene todos los sabores es el parfait de café, con aceitunas negras, algarroba y merengue de cacao.

El dato: no te pierdas el nuevo ciclo de restaurantes invitados: chefs amigos intervienen Reliquia.

Dónde: Carranza 1601.

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27. Don Julio

Tiene una estrella roja y una verde.¿Qué viene primero? ¿El huevo o la gallina? El premio gastronomía y sostenibilidad se lo otorgaron por controlar las semillas que siembran y las reses que crían, que también son tenidas en cuenta para la recuperación de los suelos. Una visión holística es la de Pablo Rivero para esta parrilla, de la que hablan en Argentina y en el mundo. La esquina donde el chef-propietario fundó un local tras venirse de Rosario, donde su abuelo era carnicero y sus padres ganaderos, se transformó en un ícono. Rebosa de público, tiene todos los fans y todos los récords. Trabajan a cartón lleno a diario -la espera es con espumante en mano- en esta parrilla gourmet que tiene todo exhibido, de los cortes de Hereford y Angus, a los procesos mixtos de maduración y los fuegos. Otro buen punto es la terraza, con vista a la efervescencia palermitana. Su concepto es  ganadería regenerativa, su espíritu, el de un asado porteño. La cava hace foco en grandes vinos nacionales. Una placa en la fachada lo deja clarísimo: es un sitio de interés turístico de Palermo. El parrillero recomienda los cortes de la casa, como bife de cuadril y entraña, eso después de la tabla de chorizo, morcilla y salchicha parrillera. Sí a las empanadas y al choclo con zapallo y queso. Hasta las papas fritas son sublimes.

Dónde: Guatemala 4699.

28. Roux

Para los que piensan que Buenos Aires se parece a París, en esta cuadra tienen el mejor ejemplo. Un bistró impecable, en una esquina coqueta que parece de cuadro. La cocina moderna de Martín Rebaudino enalteciendo los terruños argentinos con influencias francesas y españolas.Tomate platense con anchoa de banco marplatense, aceite de pimentón de Cachi, cubos de manzana, mostaza amarilla en granos. Ostras templadas de Pocitos (Prov. de Buenos Aires) con lágrima de mejillones y kiwi jujeño. Carpaccio de remolachas amarillas asadas con virutas de jamón serrano, kimchi, gel de limón. Codorniz de Capilla del Señor con sabayón de San Rafael. El producto del país entero se abre, se combina y se disfruta sin igual con su cocina y sus fantasías. Deliramos con el palo borracho de chocolate, mousse de oporto y café Nepal con tierra de cacao, trufas y algodón de azúcar. Nos vamos con el tubo de chocolate con base de némesis y nueces salteñas, espuma de chocolate belga, sorbet de mandarina e infinito de caramelo.

Dónde: Peña 2300.

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29. Julia

El local es pequeño, la cocina que sirven inmensa (como la fila), con una profundidad en la que se revelan acentos picantes. Todos quieren venir a este bistró indie que no se casa con ninguna especialidad ni tipo de cocina. Un local moderno de Villa Crespo que el chef Julio Martín Baez puso de moda, por la personalidad de su cocina y el grupo humano que hay detrás de ella. Escabeche de cholga de Río Negro, carpacio de higos con vinagreta de lima y mayo de pepinos encurtidos, vacio de wagyu argentino a la parrilla curado con koji y puré de ajo emulsionado a la manteca azul; ojo de bife con emulsión de shio koji; trucha curada con vinagreta de frambuesa y crema ácida. Por estas y otras proezas están presentes en Latin America's 50 Best Restaurants y la guía Michelin.

Dónde: Loyola 807.

30. Franca

Seguimos por su hermana menor, que nació a un par de cuadras, en una esquina moderna de paredes vidriadas. La barra y las brasas se llevan las miradas, en este restaurante que se articula en torno al ingrediente, atravesado por el fuego. El vino, claro está, es parte de la ecuación -tienen una rica oferta de los terruños de nuestro país, de Norte a Sur a través de sus cepas-, igual que el servicio. De la cocina a la vista se despachan diversos platitos para compartir: alcaucil frito con salsa de maní y ponzu de nabo ahumado, halloumi con sandía quemada, langostinos al ajillo, pejerrey en escabeche al vinagre torrontés, calamar a la parrilla con estofado de porotos. La consigna es ponerlos en el centro de la mesa y probar un poco de cada, en una fiesta de colores y sabores, como la ensalada de hojas frescas y quemadas con flores de caléndula y lavanda. De postre, copa de frutas y sabayón de espumante. El espacio fue concebido para eso, para el disfrute en compañía. ¡Hay ruido a cocina, charlas y risas! Una idea de Julio Martín Báez, que también es cocinero ejecutivo de este recomendado Michelin.

Dónde: Darwin 1111.

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31. Elena

Es el único restaurante de hotel en la lista Latin America's 50 Best Restaurants, donde ya tiene su lugar hace 10 años. Que se encuentre alojado en el elegantísimo Four Seasons Buenos Aires, le da otra mística a la salida, porque antes de llegar a la mesa uno se embebe del ambiente internacional y del espíritu viajero que se respira en el sofisticado edificio. Al entrar a Elena, la magia se vuelve a encender: su diseño se inspira en las antiguas casas de San Telmo y en las tanguerías de ese barrio. La cúpula de cristal, la cava, la cocina a la vista y las cámaras de maduración crean un salón lleno de estímulos, donde es un placer sentarse a degustar las carnes que los hicieron tan reconocidos. Charcuterie y brasserie son sus dos pilares, por lo que vale empezar con el plato de carnes frías: bresaola kobe, jamón de pato, camembert y cheddar añejado, para seguir con la chuleta añejada en seco en una pieza descomunal: 950 gramos para compartir. Las carnes al Josper son la insignia (bife de chorizo Angus, T-Bone Angus añejado durante 45 días, ojo de bife Wagyu argentino), aunque si querés algo de mar, el pulpo con achiote y ceviche de papa andina está buenísimo. Su carta de vinos atesora varias joyitas nacionales, con etiquetas de todas las regiones de Argentina.

El dato: las guarniciones son de otro planeta, están tan bien logradas como las proteínas.

Dónde: Posadas 1086.

32. Caseros

Nos vamos a Parque Lezama para disfrutar de un restaurante que, en pleno barrio histórico, tiene detalles retro y comida bien casera, como su nombre lo anticipa. Sin muchas otras pretensiones que dar de comer muy rico en un local agradable y luminoso, de amplios ventanales. Aquí el único secreto es que cocinan de la manera en que les gusta comer: se esfuerzan para que todos se sientan bienvenidos y relajados, para que puedan distenderse y disfrutar de esa comida que podrían cocinar en casa, pero que acá tiene ese no sé qué. La carta, muy tradicional, ofrece los clásicos argentinos, desde polenta a la plancha con tomates y portobellos a bife de chorizo con papas rotas y ensalada. El flan de coco es insuperable.

Dónde: Avenida Caseros 486.

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33. Na Num

El boom de la cocina coreana en Buenos Aires no para y suma espacios para disfrutar de sus sabores tan peculiares. Hoy no hace falta ir al barrio de Flores, la segunda y tercera generación de inmigrantes que usualmente se dedicaron a la industria textil, se animaron a inclinarse por las ollas y sartenes para abrir restaurantes en otros barrios de la ciudad. Este es el caso de Marina Lis Ra, al frente de Na Num en Chacarita, con su propuesta de cocina coreana no tradicional. Un local tan pequeño como impecable, con barra y cocina a la vista más unas mesas contadas. Los recomendados son todos los platos de la carta, de la tortilla de batata con alioli de wasabi, teriyaki & ensalada de hinojo y tteokbokki picante con crema de queso azul & mozzarella a las gírgolas ahumadas con kimchi asado y puré de coliflor,las ribs de cerdo y su interpretación de la humita. Acompañá con gin tonic de jazmín. La queremos porque abre los lunes. La admiramos porque abrió Na Num en Madrid. La aplaudimos porque es un recomendado de Michelin.

El dato: inauguraron el menú ejecutivo nocturno, una excelente idea que funciona de lunes a jueves. Vos elegís tu entrada, tu principal y tu postre, con copa de vino incluida.

Dónde: Roseti 177.

34. Crizia

Reivindicar la cocina de mar en un país obsesionado con el asado: éso fue lo que se propuso este restaurante hace 19 años y lo logró. No se podía seguir ignorando la riqueza de la inmensa costa argentina. El talento de Gabriel Oggero en una cocina disruptiva que mira al agua hizo que Crizia “nadara fuerte”: alcanzó la estrella Michelin a la sostenibilidad, entre otros reconocimientos internacionales. Las ostras son su producto insignia, con el cual trabajan desde el primer día, cuidando su desarrollo y trazabilidad. Otros platos se inspiran en el océano y el bosque, con productos de la Patagonia, como el snack de langostinos de Comodoro Rivadavia, con tomate de árbol, mandarina y vinagre de grosellas. Con el mismo criterio está pensado el arroz negro crocante con productos frescos de mar terminados en la plancha de hierro con oliva virgen extra y un alioli de limón. Y las vieiras de Las Grutas, asadas con manteca en el horno a leña. Todo se disfruta en un espacio moderno de Palermo, con cocina a la vista y una cava impactante como centro. Los postres son un homenaje a las flores y frutas de temporada. 

Dónde: Fitz Roy 1819.

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35. Lardo & Rosemary

Es el lugar más cool de La Lucila, con cocina a la vista grafiteada, pionero de la tendencia de raciones, a lo que le sumaron la armonización con vinazos. Precisamente la cava es el corazón de este proyecto, con etiquetas marcadas por la baja intervención. La mesa comunal que domina el salón siempre está que arde, igual que la vereda, que brinda el marco ideal para disfrutar de su comida callejera de diversas capitales del mundo en versión sofisticada y con guiños asiáticos. Wonton de pollo, jengibre, negui y chili oil; bao de panceta ahumada, pickle pepino, verdeo, chilli dippin sauce; tacos de bondiola con achiote, salsa de porotos negros, queso llanero y espuma de palta; beef tataki en pasta de arroz con dressing de ostras, yema curada brûlée y ceniza de limón; dumpling de langostino y cerdo con nueces, zanahoria fermentada, hoisin casero, verdeo y gomasio de pimienta. La apariencia es simple; los sabores, contundentes, como los vinos naturales que acompañan: naranjos y Pét Nat de pequeños productores biodinámicos. La visión de cinco amigos de toda la vida para montar un espacio pequeño repleto de buenos sabores.

Dónde: Av. del Libertador 3810, La Lucila.

36. Mostrador Santa Teresita

Ya que estamos en Zona Norte, vamos a encarar para el lugar que le cambió la cara al Puerto de Olivos, con la firma de Fernando Trocca, que después de triunfar en José Ignacio y los Hamptons, abrió su lugar en las afueras de Buenos Aires, siempre cerca del agua. Al medio día funciona un nutridísimo buffet que es un juego de desniveles, colores y texturas, para que te armes el plato a tu gusto, sirviéndote lo que te plazca de proteína y guarniciones, en el tamaño de plato que hayas elegido. Cuando el sol se esconde, el fuego se enciende en este espacio encantador que tiene como antesala un deck. Conviene empezar por un cocktail en la terraza al río -muy bueno el Bloody Mary- y seguir con unos chipirones lyonesa con cebolla caramelizada, provenzal y cubos de papa frita. Y la humita de choclo y cabutia a la parrilla con crema de pistacho. De principal, bondiola de cerdo con reducción de naranja, yogurt, pickles. O el ojo de bife con kale a la parrilla y morrón. Para cerrar, torta banoffee. Para ponerte en modo vacaciones.

Dónde: Juan Bautista Alberdi 25, Olivos.

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37. Dambleé

No todos conocen este emporio de pescados y mariscos, en una esquina de Almagro hasta la que muchos otros fieles  -que sí lo tienen en el radar- acuden en busca de la mejor gastronomía portuguesa de la ciudad. “Nuestra cultura es familiar, acá vienen los argentinos a comer, alguna vez cae un turista por el boca en boca”, nos contó Gustavo Cano, que sirve pesca artesanal y es defensor del bacalao. Resulta que el chef propietario, tras su paso por Europa, trajo a Buenos Aires un amor incondicional por este pescado y recetas que no son tan populares para los porteños. Tras 26 años de Dambleé, hoy recibe en su local a los embajadores de Portugal. También al presidente de su país natal, Luis Lacalle Pou. ​​​​​​El cocinero reivindica la potencia del bacalao, que desapareció de los restaurantes por el costo y porque lleva bastante trabajo. Para él es una pasión y una misión: respetar la tradición y que no se pierda el patrimonio gastronómico. Y hay mucho más. “Estamos recibiendo boquerones fibrosos de Mar del Plata, un lenguado patagónico espectacular, chernia con mucha carne, gambas, pulpo”, sumó Gustavo. Su bar de ostras -que hipnotiza apenas entrás al salón, muy de estilo brasserie- se pone con el happy hour. Para picar, tortilla de papas con almejas, sardinas con tomate, ceviche de vieiras, ostiones gratinados. La carta tiene más de cuatro páginas (casi tan larga como la avenida sobre la que se ubican) y está repleta de genialidades, de callos a la vizcaina a paella valenciana. 

Dónde: Av. Rivadavia 3401.

38. MN SANTA INES

Seguimos de excursión culinaria por fuera del circuito gastro clásico de Buenos Aires, así nos adentramos en el maradoniano barrio de La Paternal, para toparnos con un restaurante que aún es un secreto a voces. En una gran propiedad que fue una panadería y que conserva los antiguos hornos, la cocinera Jazmín Marturet montó su templo de múltiples influencias, para fundar su propio credo. Es que viajó por todo el mundo como chef de un conocido cantante latinoamericano, y hoy hace su resumen de lo aprendido en MN Santa Inés. De un curry a un pozole, de un pho a unos ravioles de seso o una feijoada con pesca frita. O un picante rendang malayo con tamarindo y leche de coco. De postre, flan de mantequilla de maní, con crema y mango. La carta es acotada, ocurrente y contundente y los precios muy amables, para pasar un mediodía fuera de serie en la isla de La Paternal. Atención que solo abre para almorzar.

Dónde: Ávalos 360.

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39. Buri

Este omakase avanza con fuerza, aunque muy silencioso, escondido en un departamento de Palermo Hollywood que ya figura en las páginas de la Guía Michelin. Aunque tengas la dirección, al llegar te vas a sorprender, porque nada te tira una pista. Lo que sucede después de que tocás el timbre también es asombroso, así que no te lo vamos a spoilear ahora. “Cuando viajé a Japón aprendí que los restaurantes no son solo a la calle”, observó su creador, Marcello El. Y nos dijo: “Buri no es secreto, es entrar a un lugar mágico, distinto a lo que estamos acostumbrados cuando salimos a comer. Uno deja todo atrás y se predispone para el disfrute”. Constancia, trabajo de producto, generación de nuevos canales de comercialización de la pesca argentina. Todo se funde en la intención de agasajar al comensal. La barra recibe a 10 comensales en un solo turno, a las 20.30hs. El chef-propietario se inspira en las tradiciones de Kyoto, más estilo kaiseki, por lo que antes del nigiri de pesca local (a veces sirven más de 12 variedad de pescados) despacha otros platos, como un chawanmushi, en un desfile creciente de sabores.

Dónde: Guatemala 5781.

40. L’adesso

Leonardo Fumarola hace cocina italiana moderna. "La idea es traer el nuevo concepto de la cocina italiana, actualizar la imagen que hay en Buenos Aires que proviene de lo que trajeron los inmigrantes. Esto tiene que ver con lo que sucede ahora allá", nos resumió el autor su adaptación de una cocina milenaria. La propuesta incluye reemplazar métodos de cocción (el vacío por el braseado), asociar conceptos, jugar con las temperaturas y las texturas sin ser molecular, los ingredientes se reconocen en el plato. El espacio, completamente renovado, irradia una atmósfera tan cercana como elegante. La luz justa en el salón, y en el exterior, un jardín interno tranquilo y calefaccionado. L’adesso es un muy buen lugar para una salida de a dos. Leo convida un aperitivo y empieza a cocinar, con técnicas novedosas y un styling diferente para clásicos que nacieron del pueblo italiano. Así, las croquetas son de osobuco, llevan crosta de maní y mermelada de tomates. Los pappardelle se elaboran con harina de castañas y se acompañan con ragú de jabalí y arándanos. El risotto es de gorgonzola, pesto de rúcula, remolacha y almendras. Los segundos: carne de res braseada con verdura y polenta grillada; pescado con caponata alla siciliana.Aunque también hay lugar para lo simple: el imbatible cacio e pepe, la pasta fresca larga y gruesa mantecata en una horma de queso romano, con pimienta y una cremosidad que no se puede creer.

El dato: si estás para darte un gustazo, la cava tiene vinos italianos.

Dónde: Fray Justo S.M de Oro 2047.

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41. Madre Rojas

Pastura y suplementación, sin confinamiento. Esto está escrito en la carta y es el alma del proyecto. Cortes de productores de Gualeguaychú que favorecen la biodiversidad. Este es el origen del ojo de bife, el asado del centro y la entraña que llega a la mesa de Madre Rojas. El wagyú argentino proviene de microganadería, de las Fincas Les Amies y Las Araucarias, donde se alimenta con pastura de la reserva natural y con granos libres de agroquímicos. Lo utilizan para todo, de la charcutería (cecina de wagyú, panceta curada de wagyu para acompañar con chipa) al chorizo que sirven con confitura de cebollas y flores de hinojo, la chistorra que sale con papas españolas y un huevo frito a la empanada de wagyú y las papas fritas en grasa de wagyú. Las guarniciones son por demás tentadoras: mandioca frita con ketchup de estación; brócoli y coliflor gratinados; calçots, puré de papas, avellanas y romesco. Todo tiene una vuelta gourmet: chinchulines crocantes con puré de limón; mollejas con leche de tigre; budín de pan con caramelo salado; panqueque con dulce de leche de Tandil. Desde esta esquina de Villa Crespo, la parrilla porteña se reinventa y suma valor. Una cantina con una misión muy actual, comprometida con su época ambiental y el bienestar animal.

Dónde: Rojas 1600.

42. Sál

Si tu brújula busca la cocina escandinava, este es tu norte. En esta casona elegante con molduras y muchos detalles, la nueva cocina nórdica se luce, en base a ingredientes naturales que modelan con encurtidos, ahumados y fermentación. Lo más original es el guiño asiático que suma el chef propietario, Nicolás Díaz Martini, en un fiel reflejo de sus viajes e inquietudes personales. Para arrancar, trucha ahumada con chutney de peras; azul danés con gel de apio, durazno, shiitake y nuez; tartare de cordero con orejones, aceitunas griegas y beurre nantais de wasabi; gravlax con queso crema y gírgolas encurtidas. De los principales, magret de pato con col ahumada y demi glacé de hongos de pino; tartin de zucchini ahumado con queso Lusignan, pecán y mayonesa de wakame; Hookipa beef con miso y pak choy. La creatividad no para y continúa en los postres, con el meteorito de almendras con helado de cilantro; o el helado de cerezas con vino especiado, espuma de toffee de ajo negro, cucurucho y eneldo. Un alto viaje hasta Islandia que te deja con sonrisa de esquimal.

Dónde: Thames 2450

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43. Mess Cocina

Ya que estamos con la cocina de otras latitudes, nos vamos a Medio Oriente, al restaurante de Guido Casalinuovo y Celeste Rizian, que es descendiente de armenios y griegos. Aquí se respeta la cultura, se honra la memoria y se añade la reinterpretación. Así, el sarmá vegetariano; las spanakopitas de espinaca y feta; su mujaddara con arroz meloso con langostinos, emulsión de cebolla caramelizada y lentejas coral crocantes; el manté, el lomo al bastermá con remolachas en distintas texturas y el baklava con helado de vainilla están entre los más pedidos. La única consigna es picotear de manera desordenada y lúdica. La carta contempla 17 raciones para armar la comida que quieras. Otra opción es ir por el menú degustación, que es un recorrido por los sabores más significativos de la casa, con 12 platos en siete tiempos, armonizados con cinco etiquetas de vino y café. Sí, como nos gusta descentralizar los polos gastronómicos nos vinimos a Del Viso, al primer restaurante de la zona en ofrecer comida por pasos, algo que deja en claro el salto gastronómico que se pegó Pilar. ¡43 kilómetros no es nada! Medio Oriente queda mucho más lejos.

El dato: tienen 22 etiquetas de gin, los amantes del Gin tonic van a estar en la gloria.

Dónde: Los Crisantemos 392, Del Viso.

44. L’ atelier

No nos vamos de Zona Norte sin visitar un tremendo restaurante francés, escondido en la avenida más elegante. Este bistró de Acassuso cumple 20 años de su magia. Un reducto gastronómico de pequeño tamaño y gran gusto, ideal para salir en modo cita. Por cierto, su esencia es muy vincular: nace de la visión conjunta de la pareja de chefs que forman Verónica Morello y Charly Forbes. De entrada, resalta el clásico paté de foie de volaille con verdes y pan de especias y las texturas de hongos y queso brie. Para el principal, los que nunca dejan el menú son confit y magret de pato con zanahorias. De los platos fusión, excepcionales las costillas de cerdo glaseadas con soja y miel, acompañadas de hinojo braseado y una emulsión de remolacha y frutas rojas. O los langostinos con arroz salvaje, vegetales asados y especias. Los postres no fallan: fondant de chocolate con nueces caramelizadas, crème brûlée con crocantes de masa sablé y profiteroles con helado de crema americana. La vinoteca sorprende por su extensión, desde espumosos frescos a tintos robustos, de reconocidas bodegas a nuevos hallazgos, con variedad de estilos y regiones. 

El dato: para festejar su cumple de 20, L’Atelier Bistró organiza un ciclo de catas. Cada mes los visita una bodega para maridar un menú especial de pasos.

Dónde: Av. del Libertador 14520, Acassuso.

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45. Alma

Volvemos al centro de la ciudad, para adentrarnos en una de las más recientes aperturas de Recoleta y sus sabores autóctonos. Un restaurante escondido en el nuevo Sofitel, en una ambiente sofisticado, el hotel como entorno de este viaje de disfrute. La chef ejecutiva Erika Scaffino recrea platos ahumados al Josper alimentado a leña de quebracho y cerezo. Pesca del día, tanto oceánica como de río, y cortes de carne clásicos como el ojo de bife, el vacío o el bife de chorizo, de las razas Aberdeen Angus, Wagyu argentina y Black Angus. Antes, mollejas a la parrilla, cebollas grelot confitadas y puré de damascos; provoleta con láminas de hinojo y vinagreta de miel de caña. Entre las guarniciones, del simple y perfecto puré de papas Alma, a ricota de leche de cabra y almendras, puré de maíz, ensalada de tomates, orégano fresco y verdeo. Los vegetales son asados al Josper; las papas fritas, triple cocción. Para el dulce, croustillant con crema de chocolate e inglesa de café, hojaldre con crema de vainilla y caramelo salado. La cava es tan hermosa como generosa. La cocina de Alma y con alma está vinculada con la amistad, la familia y las costumbres.

Dónde: Posadas 1232.

46. Gran Dabbang

Van para los 10 años de enamorar a todos los paladares con su inventiva decontracté, que los condujo hasta los Latin America's 50 Best Restaurants, donde permanecen hace ocho. Perfil bajo y experiencia como jefe de mercado son las claves de Mariano Ramón, que al cocinar entiende muchísimo del producto y las identidades culturales. El salón es animado y reducido, solo entra lo esencial, en los platos y en la deco. El labneh es adictivo, reúne acidez, sedosidad, crocancia, picor, dulzor en un queso de yogur con chutney y fideos de garbanzos fritos. Las pakoras, una eminencia. Duraznos en almíbar y tofutikka con ensalada; tomates, cebolla, lechuga, limon para el bife de ciervo. Acentos vegetarianos y carnes alternativas en una carta es dinámica y adobada por condimentos de la India y el Sudeste asiático, que se colaron de viajes y colaboraciones.

Dónde: Scalabrini Ortiz 1543.

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47. Las Flores

Sí, el nombre ya te dice que vas a ir a un jardín urbano, con más de 600 plantas nativas, un oasis rioplatense. Precisamente, fueron las flores las que hicieron famosa a Chula Gálvez, la pastelera que las ha adoptado en sus recetas. Todo es riquísimo y nada tiene gluten, aunque a primera vista no puedas creerlo. Pero es cierto: ha descartado la harina de trigo y la ha reemplazado por tantas otras, menos conocidas y más saludables. Las de sorgo, arroz, quinoa, sarraceno, mijo o arveja son algunas de sus alternativas. Acá la naturaleza trae buenas noticias y buenas ideas. Chula y Santiago Pérez crearon un restaurante que del desayuno a la cena ofrece cocina y pastelería de alta calidad completamente gluten free. ¿La visión? Un lugar del que puedan y quieran disfrutar todos. Para ello fue necesario desarrollar un laboratorio, donde trabajan con científicos y capos en alimentación, para diseñar la gastronomía que quieren, desde panificados y rebozados hasta un hojaldre para una tarta o una torta. Porque el sabor no se negocia, lo más importante de este experimento es que los platos sean ricos. El estudio es constante, los hits también. Fetuccini con pesto de albahaca y girasol, la milanesa frita de pollo con ensalada de hojas y vinagreta de lima. Imperdible la torta Clementina con harina de cajú, crema de chocolate blanco, queso y mandarinas, o el pie de maracuyá.

El dato: la panera del restaurante es una de las más elogiadas del circuito gastronómico. No te le vas a resistir.

Dónde: Gorriti 5870.

48. Moshu Tree House

Este lugar se ha especializado en su propuesta egg-o-centric y su ambientación, marcando un combo diferencial para salir de brunch o brinner. Este es el palacio (o mejor dicho la tree house) de los huevos: se sirven all day long, hasta las 22 y en los más variados estilos. Tan deliciosos como nutritivos, en un entorno muy singular: una casita en el árbol del patio interno de una casa antigua de Palermo, que ha recibido premios por ser un hito de arquitectura. Los huevos turcos, cocidos a 68°C, vienen con yogur estilo griego, ajo asado, ralladura cítrica, eneldo y manteca de pimentón, con media berenjena asada. Parmentiegg es una papa rellena con huevo poché, queso crema a las hierbas, jamón y panceta gratinada. Los escandinavos salen con crema cítrica y trucha gravlax curada en vodka más láminas de palta. Todos salen con tostadas de pan de masa madre casero. La idea es de Lucas Villalba, un emprendedor nato que ya abrió también una panadería, pastelería y pastería de diseño que la está rompiendo. En Moshu, las tortas son sagradas, porque son la mejor manera de terminar una comida. La Red Velvet y la Carrot Cake tienen varios pisos y una esponjosidad insuperable (también vienen en versión cookie y budín, respectivamente). Son genios en old fashioned cakes, y hacen un rescate emotivo de recetas clásicas en versiones increíbles que vienen en distintos tamaños, de lingote a tortas enteras. Y hay más: lemon blueberry, coffee & peanut, Guiness cake con ganache de cerveza extra stout y frosting de queso crema en un bizcochuelo de choco amargo, crumble de almendras y compota de manzanas, o la pecan layer con praliné.

El dato: para las fechas patrias se mandan un locro casero que está buenísimo.

Dónde: Guatemala 4570.

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49. Oli

Todo Buenos Aires habla de La chica pájaro, menos conocida como Olivia Saal, más reconocida por su comida de otro planeta. De un simple pan con pesto de tomate y anchoa  a una french toast salada de polenta; de una milanesa de lomo con mac n’ cheese a un flat iron. La cocina a la vista de Oli hace que el restaurante de Palermo sea parecido a una escuela: un punto de encuentro, de experimentación y sobre todo de aprendizaje, donde chefs y pasteleros trabajan cómodos, con mucho espacio y mucho lugar para la creatividad. Por supuesto que las tortas son un libro aparte, no un capítulo. Baked Alaska, Napoleón de dulce de leche, Selva oli, la vegana de chocolate. Siempre a pleno, hay que ir con paciencia y muchos antojos.

Dónde: Costa Rica, 6020.

50. Negresco

El nombre de este nuevo bistró trae a la ciudad de Buenos Aires al mítico hotel de la Costa Azul, ese palacio que simboliza todo el charme de Niza. Cocina mediterránea dentro del Palladio Hotel MGallery, en un entorno moderno y elegante. Risotto alla milanese con ossobuco y azafrán; cachetes de abadejo a la vasca; merluza negra con barigoule de alcauciles y bearnesa de estragón; ojo de bife con hueso apanado en panko y copos de maíz; langostinos y mollejas con espuma de papá e hinojos confitados; ravioles de cordero con manteca de romero y ajo en jugo de cocción. Los postres están a la altura, igual que la coctelería de autor.

Dónde: Av. Callao 924.

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51. Rondinella

Para muchos, el mejor bodegón de Buenos Aires. Con mozos atentos y mesas puestas como se debe, más una comida muy casera que exuda argentinidad. La panera llega con rulos de manteca, y después, todo lo que pidas va a estar bien. De entrada, lengua a la vinagreta, mollejas al verdeo, calamaretti a la veneciana. Luego, cintas cortadas a cuchillo con crema de espinaca, fusilli al fierrito con tuco, merluza a la romana con puré, pollo a la calabresa con papas españolas, conejo a la ciruela, matambre a la pizza con fritas. Un planazo para hacer en familia por Colegiales y revivir la historia de los bodegones de la ciudad. Precios accesibles y porciones para compartir.

El dato: la salida se termina con un cucurucho de dulce de leche granizado (y menta) en la heladería contigua: Scannapieco, la de hoy y siempre. Firmes desde 1938 con el lema: “no hay nada que un helado no pueda arreglar”.

Dónde: Av. Álvarez Thomas 12.

52. Niño Gordo

De este lugar que inauguró la saga de restaurantes instagrameables ya se dijo absolutamente todo. Cuando la puerta roja se abre, ahí están las medusas, los farolitos chinos y los personajes de animé. La parrilla asiática de Palermo que llegó para cambiarlo todo, sigue en la cresta de la ola, recomendada por Michelin y en el puesto 43 de Latin America's 50 Best Restaurants. Con sus platos insignia -como tataki de bife con yema, wasabi, shiso y el katsu sando- y con sus estrenos. Amamos las valvas con leche de coco y manteca de boquerón, el arroz frito picante, el curry de ternera y pepino. Para afilar los palitos y disfrutar de una coctelería que también tiene guiños asiáticos, con lychee, sal de togarashi y más.

Dónde: Thames 1810.

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53. Narda Comedor

El restaurante de una cocinera que trajo una voz diferente, y que siempre tiene algo interesante para decir, porque también es una comunicadora de la gastronomía de estación, de la alimentación saludable, y la visibilización del trabajo de productores del país entero. Narda Lepes no pasa desapercibida, sea lo que sea que emprenda, todos sus proyectos dejan huella, como su Comedor. Abrió en 2017 con foco en la nutrición, así la carta se caracteriza por el equilibrio de cereales, legumbres y vegetales, que acompañan distintas proteínas a elección del comensal. De su memorable Palta que lo parió a la cebolla con crema de papas, sus platos no te dejan indiferente. Nos quedamos con su versión del bibimbap, que en coreano significa “comida mezclada: un arroz crujiente, sabroso y algo picante por el kimchi, que viene en un bowl ideal para colocar en medio de la mesa y compartir, con panceta y  huevo a la plancha y topping de escamas de bonito seco.

Dónde: Sucre 664.

54. Picarón

El exitazo de Chacarita, casi caído de su mapa gastronómico y ubicado en la parte más comercial, puede resumir su ADN como BBB (Bueno Bonito Barato). Este es el método con el que Maximiliano Rossi baja a la realidad económica porteña la cocina creativa de platitos, que está tan de tendencia en la ciudad. La terraza es la que va, el salón también gusta porque es alegre y luminoso. La cava vidriada te deja chusmear, y te pide que lo hagas, para tener registro de la curaduría de etiquetas. Sus raciones de cocina argenta con toques latinos y asiáticos están fenomenales: arañita marinada en sabores coreanos con fideos de batata y kimchi de nabo, el ojo de bife con lechuga repollada y reggianito;los buñuelos de boniato con miel de mascabo especiada; el aplaudido tonnato maiale: una reversión del clásico navideño que reemplaza la vaca por bondiola de cerdo ahumada y se acompaña con unas crujientes papas rejilla. ¡No pueden sacarlo de la carta porque tiene hinchada!

Dónde: Avenida Dorrego 866.

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55. Banda

Ya que estamos en tono futbolero, nos vamos al restaurante del Monumental. “No te vas a hacer de River por venir a comerte un ojo de bife acá”, dijo Nicolás Bargagna. Ni un T-bone. El socio fundador aclara que todos son bienvenidos. Porque comer con el campo de juego encendido a tus pies es una experiencia que hay que hacer. Sentir la inmensidad de las tribunas vacías y la magia que se te viene encima cuando entrás a un estadio. Una foto mental inolvidable que hasta ahora era impensada y que hoy es realidad: cenar en la cancha en clave gourmet, tomarte un Pity Martini en la Tribuna Centenaria. Con una tabla de nigiris flambeados. Lo que más sale son las pastas, unos raviolones de cordero con salsa de azafrán, almendras tostadas y aceite de albahaca. Para picotear, unas rabas agridulces con picante y limón grillado. El tiradito acevichado mixea láminas de pescado blanco, pulpo y langostinos. No puede más el cheesecake de marroc.

Dónde: Av. Pres. Figueroa Alcorta 7596.

56. Rufino

El encanto de Rufino se descubre en el subsuelo del hotel boutique Mío Buenos Aires. Una parrilla speakeasy que deslumbra con su cava y el nivelazo de sus vinos, perfecto matrimonio para sus carnes. Su cocina argentina moderna se nutre de productos típicos, toques de vanguardia y un salón a media luz, con cocina a la vista y detalles ingeniosos de decoración. Para empezar, hay que pedir la empanada de humita y la provoleta. Entre las achuras más originales están la morcilla con chucrut de pasas de arándanos y nueces más un chutney de tomate y manzanas; y la molleja con puré de coliflor y chucrut de repollo colorado. El asado de seis horas es tan tierno que se corta con tenedor. El ojo de bife con hueso, de 750 gramos, viene cubierto con manteca de chimichurri y ajo. Los vegetales son tan protagonistas como las carnes, por lo que las guarniciones son una joya, como los perfectos morrones rellenos de cebolla y tres quesos. ¿Para compartir? Si sos del team agridulce vas a alucinar con el pechito de cerdo de 1 kilo, acompañado por puré de manzanas verdes, criolla tradicional y relish de higos. De postre, el cremoso de chocolate con sal.

Dónde: Av. Pres. Manuel Quintana 465.

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57. Isla Flotante

Encontraron una esquina que no podían dejar pasar, en el borde de Paternal y Villa Crespo, a dos cuadras de Warnes. Y en plena pandemia, decidieron alquilar. “Acá no había ninguna propuesta gastronómica joven, ni del estilo. Estamos en un antiguo bodegón, que tiene más de 80 años: mantuvimos la estructura, modernizamos la cocina, y tras meses de obra, abrimos en mayo 2021 con la idea de hacer buenos sandwiches. Tenemos uno de pastrón que viene en focaccia con chucrut y pepino encurtido, otro de tortilla con espinaca gratinada, una hamburguesa que es la Oklahoma Fried Onion, sale en pan de papa con pickles, cheddar y emulsión de ají. De a poco fuimos sumando platos”, relató a Time Out Guillermo Prol, uno de los dueños, amigo de sus socios y proveedores, desde el que hace quesos al que elabora la salchicha artesanal. Para el picoteo, berenjenas en escabeche, aceitunas marinadas, buñuelos de espinaca o unas pakoras de coliflor y brócoli. El queso coalho a la plancha con gremolata es una bomba. Complementan con una interesante carta de 50 vinos de pequeñas bodegas, tintos, rosados y naranjos. La gente viene, se instala cómoda y se queda horas, jugando a las cartas por ejemplo, aprovechando que la vereda es ancha y que están lejos de los polos gastronómicos: acá nadie te va a levantar de la mesa. “Como uno de mis socios es galerista, empezaron a venir artistas, músicos, coleccionistas, ese mundo fue creciendo e Isla se hizo como un nicho. Les gusta esto, estar relajados, aparte del ruido”, sumó. Más que claro que nadie puede irse sin probar la isla flotante.

El dato: abren todos los días, durante el finde también al medio día. Los precios son accesibles.

Dónde: Dr. Luis Beláustegui 396.

58. Las Chicas De La 3

Nos vamos con un puesto de mercado. Las chicas de la 3 se hicieron famosas con el episodio de Street Food Buenos Aires. Desde ese momento, locales y turistas peregrinan al sencillo stand de chapa que tienen dentro de la Nave 3 en el Mercado Central de Buenos Aires, el más grande y el más frecuentado por los cocineros locales. Patricia Rodríguez y Romina Moore son pareja, socias y artífices de un plato que la pegó: tortilla rellena de jamón y queso. Sumale el folklore del mercado con sus cajones de frutas, y tal vez sus empanadas y tartas, que también son excelentes. Una salida con mucho color y fuera de la estructura.

Dónde: Nave 3 Mercado Central de Buenos Aires, Tapiales

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59. Mero

Zarpamos de viaje por el Mediterráneo, con una apertura reciente que trajo a Buenos Aires el celeste y blanco de las típicas casas griegas: ambientaron una casona de Palermo Viejo al mejor estilo Mykonos. No hay nadie que no quiera subirse a este crucero de sabores isleños, que te hace sentir en una cantina de Santorini. O tal vez en una medina. Carpaccio de pulpo, pesca fresca de anzuelo acompañada por vegetales en ras al hanout, koftas de cordero con ensalada griega. Nos vamos hasta Marruecos con el cous cous. Para cerrar, no te pierdas el limón helado. La barra trae un mega surtido, también con la impronta marina. De un martini con vodka de oliva, vermú dry y hoja de alcaparra a una caracola punch. Una oda al mar en la decoración, la vajilla, el producto y la buena onda de estar de vacaciones, aunque sea por un ratín.

Dónde: República Árabe Siria 3285.

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