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Romina Scatolón
Romina Scatolón

Flavio Soppelsa, el heladero de las obras de arte en cada helado

Cuatro generaciones dedicadas a generar emociones a través de sabores. Un postre con historia, tradición e innovación.

Romina Scatolón
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Cada 12 de abril se celebra el Día Internacional del Helado y en Mendoza hay una familia que lleva más de cien años honrando a este postre: los Soppelsa. Todo comenzó con Güerino, un pionero en la elaboración artesanal, que dejó como herencia a sus generaciones venideras el oficio; él transmitió la pasión de crear sabores que lleguen al corazón.

Hoy, esa historia sigue viva con Flavio, la cuarta generación de los Soppelsa, quien no solo mantiene intacta las bases de los helados de su bisabuelo, sino que también apuesta por sabores innovadores que convierten ese ‘ir a tomar un helado’ en toda una experiencia sensorial.

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Flavio Soppelsa

Conversamos con él para conocer a fondo esta historia viva, para preguntarle por su laboratorio de sabores con ingredientes que rompen los esquemas y por su don de crear verdaderas obras de arte en cada helado que le entrega a sus clientes.

Además, esta historia invita a todos los que visitan Mendoza a descubrir un universo de helados artesanales con una calidad visual tan cuidada como su sabor.

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Romina Scatolón

La historia de los helados Soppelsa

En el pueblo italiano Forno di Zoldo (hoy Val di Zoldo), Güerino vivía con su esposa y sus cuatro hijos; el lugar era conocido como” el valle de los heladeros” de hecho, él trabajaba para un heladero y con el tiempo, emigró hacia América para llevar el oficio a otros rincones del mundo.

“A los 18 años pude ir al pueblo y conocer la casa familiar; mi deseo es poder volver a las raíces”, confiesa Flavio, el bisnieto de quien llegó a Mendoza en búsqueda de nuevas oportunidades.

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Flavio Soppelsa

Don Güerino vino con su hijo Ernesto y comenzaron a hacer helado de manera primitiva, con hielo y sal para darle temperatura a las cremas. “Elaboraban muy precariamente, uno o dos sabores, lo ponían en un barrilito e iban al Cerro de la Gloria a vender la producción del día. De a poco fueron evolucionando”, narra.

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Al tiempo, llegó el resto de la familia y un poco más de 50 años fallece, dejando el legado a sus tres hijos varones: Ernesto, Ítalo y Luis -Ferrucho-. “Los tres mosqueteros siguieron con la actividad pero se dividieron naturalmente, cada uno abrió su propia heladería. Mi abuelo Ernesto abrió en Av. España y Av. Las Heras, plena ciudad de Mendoza, su primer negocio que luego atendió mi papá Dante junto a mi madre Natalia, hasta el 2024”.

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Flavio Soppelsa

La pasión por el trabajo, el compromiso para con los clientes y el amor por el arte de hacer helados artesanales, hizo que Natalia abriera un nuevo local a finales de la década del 80, en calle Lavalle. Lo llamó Dante Soppelsa en honor a su marido y allí es donde Flavio conoció el oficio y encontró su vocación.

Flavio Soppelsa, el nuevo capítulo de la historia

“Mi papá arrancó a los 12 años a trabajar en la heladería, siempre fue muy tradicional y clásico, trabajaba mucho. Recién cuando se abrió el nuevo negocio incorporamos algo diferente”, detalla.

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Flavio Soppelsa

No fue hasta que se recibió de Administrador de Empresas que Flavio empezó a trabajar en la heladería, “recuerdo que mi madre me pidió colaborar durante un mes y acá todavía sigo”, comparte entre risas y suma: “Nunca intenté irme porque me gustaba, pude aplicar la base teórica de lo que había estudiado y además, yo soy heladero”.

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Le gusta mucho la química, lee mucho al respecto y así descubrió oportunidades de producción de helado con un carácter más innovador. “Así nació la premisa de ofrecer lo tradicional que es excelente, pero aplicándole un poquito de innovación para que sea algo extraordinario”, confiesa Flavio.

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Romina Scatolón

Soy bastante estructurado por eso siempre me he regido por categorías a la hora de crear nuevos sabores. No ha sido de un día para el otro sino que hemos trabajado mucho y el contacto con el cliente es el que va marcando el camino”, afirma quien está al frente del local ubicado en calle Lavalle al 24, que desde hace muy poco se llama Flavio Soppelsa.

Sabores de helado que rompen el molde

Cuando uno entra al local, un mural colorido y su reflejo en un espejo de gran tamaño captura la atención. Esa pared intervenida en 1985 por el gran artista plástico mendocino Luis Quesada, le da vida al salón y sirve de fondo para cada una de las fotos que sacan los clientes fascinados con el helado que tienen en sus manos.

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Romina Scatolón

Casi inconsciente, la mirada sigue en búsqueda del cartel con los sabores disponibles y allí la sorpresa: helado de vino Malbec, cúrcuma, spirulina, palta, té matcha, algarroba, aceite de oliva, uva Chardonnay y entre otros más. Cada sabor de helado tiene un porqué, cada combinación está pensada y contiene un toque que lo hace único: “El desafío está en proponer algo diferente, que la gente lo pruebe y vuelva para repetir; si eso se da, es una satisfacción porque significa que le gustó”.

“El desafío está en proponer algo diferente, que la gente lo pruebe y vuelva para repetir”

Lo que hace especial a estos helados es la alquimia entre lo clásico y lo nuevo. Las recetas de base como una crema blanca, un chocolate o un caldo de dulce de leche, son heredados de Don Güerino; con eso como cimiento, Flavio construye los sabores nuevos que respetan lo artesanal y suman una mirada fresca y consciente.

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Flavio Soppelsa

En Flavio Soppelsa “cada sabor se desarrolla con horas de lectura sobre química, con prueba y error en el laboratorio”, dice el heladero que lee mucho sobre química y suma: “muchas veces, lo que funciona en la teoría no lo hace en el paladar, mi madre prueba primero y ella sube o baja el pulgar y luego llegamos al sabor con detalles que aportan nuestros clientes”.

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Flavio Soppelsa

Flavio es un apasionado y se nota en cada cucurucho que sirve, a cada persona le pregunta si prefiere algo más cremoso o fresco y así sugiere combinaciones porque es un convencido de que “hay un sabor para cada momento, depende del estado de ánimo, del clima, de lo que uno necesita ese día”.

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Flavio Soppelsa

La atención también es parte de la experiencia. Flavio y su madre están al frente del servicio y de la caja, todos los días. “Abrimos de 15 a 23 hs., un horario no convencional de heladería, que me habilita estar en la producción durante la mañana y en la tarde, con los clientes. Realizamos producciones pequeñas para servir siempre calidad, durante el día se sirve lo que se elaboró ese día y hasta se prepara más de un sabor porque se terminó”.

Arte en cada helado

En Flavio Soppelsa, el helado no es solo un postre sino también, una forma de expresión. Cada cucurucho, cada pote, cada combinación de sabores se transforma en una pieza única, hecha a mano con precisión casi quirúrgica.

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Flavio Soppelsa

Las cucharas metálicas de diferentes tamaños y hasta tenedores y pinzas son las herramientas con las que esculpen texturas, formas y volúmenes que elevan la experiencia de tomar un helado artesanal. No hay dos presentaciones iguales, cada helado es efímero, irrepetible, una obra de arte pensada para disfrutarse antes de que se derrita.

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“Esta decoración no fue pensada, recuerdo que en un momento estaba sirviendo un helado y para acomodarlo usé una cuchara, se me ocurrió hacerle una raya y noté que no quedaba mal. Y así seguí haciendo varias rayas… La gente empezó a admirar lo que hacía y lo que comenzó como algo simple se fue perfeccionando, ahora tenemos la técnica de hacer firuletes más redondos. Creamos una figura que se asemeja a una rosa y hoy, ese es nuestro sello, nuestro logo”, revela Flavio.

Creamos una figura que se asemeja a una rosa y hoy, ese es nuestro sello, nuestro logo
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Romina Scatolón

La estética importa y cada helado es un lienzo en blanco que empieza a llenarse de detalles que buscan emocionar, traducir el amor con el que elaboran los helados y también transmitir la pasión que sienten por este oficio familiar. “La heladería se transformó en un negocio que pasó de entregar un producto de alta calidad a un producto que es distinguido, también, por su alta calidad visual”.

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Flavio Soppelsa

Así, Flavio Soppelsa se presenta ante todos como una heladería con historia; un legado que atraviesa generaciones, un laboratorio que combina técnica, emoción y sabores inesperados. Un lugar donde la tradición se respeta tanto como se desafía. Y donde el helado no solo refresca, también cuenta en cada cucharada.

Dónde: Lavalle 24, Mendoza.

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