1. Montecatini
Montecatini tiene todos los ingredientes que un clásico debe tener. Su historia comienza en 1963, cuando dos mozos italianos fundaron el primer local, dando inicio a la rica trayectoria de este lugar. Recientemente, renovaron una de sus sucursales más emblemáticas, y desde siempre han conservado un hermoso logo que adorna cada plato del restaurante.
Durante la remodelación, incorporaron una fábrica de pastas a la vista, un detalle irresistible para cualquier comensal. Platos como los calamares al fierro, los tortellini de cabutia y el asado de tira en cocción lenta, son ejemplos perfectos de cómo lograron actualizar el menú sin perder el espíritu de bodegón, ni la sensación de estar disfrutando de comida casera. El local es tan amplio que, incluso lleno, no se tarda mucho en conseguir mesa.
El dato: recomendamos guardar espacio para el postre porque tienen una carta de helados artesanales que siguen la tradición de la ciudad.
Dónde: La Rioja y 25 de Mayo, barrio La Perla, es la sucursal renovada. Tienen otras dos repartidas por la ciudad.